Los Dias Del Venado (Novela)

Páginas: 347 (86680 palabras) Publicado: 24 de septiembre de 2011
Vuelven las lluvias
—Será mañana —canturreó Vieja Kush cuando escu-chó el ruido de los primeros truenos. Dejó a un costado el hilado en el que trabajaba y se acercó hasta la ventana para mirar el bosque. No sentía ninguna inquietud, por-que en su casa todo estaba debidamente dispuesto.
Días atrás, su hijo y sus nietos varones habían termina¬do de recubrir el techo con brea de pino. La casatenía su provisión de harinas dulces y amargas, y su montaña de calabazas. Los cestos estaban colmados de frutos secos y semillas. En el leñero había troncos para arder todo un in¬vierno. Además, ella y las niñas habían tejido buenas mantas de lana que, ahora mismo, eran un arduo trabajo de colores apilado en un rincón.
Como había sucedido en todos los inviernos recorda-dos, regresaba a la tierra delos husihuilkes otra larga tem¬porada de lluvias. Venía del sur y del lado del mar arrastrada por un viento que extendía cielos espesos sobre Los Confines, y allí los dejaba para que se cansaran de llover.
La temporada comenzaba con lloviznas espaciadas que los pájaros miraban caer desde la boca del nido; las lie¬bres, desde la entrada de sus madrigueras y la gente de Los Confines, desde sus casasde techo bajo. Para cuando las aguas se descargaban, ningún ser viviente estaba fue¬ra de su refugio. La guarida del puma, las raposeras, los ni¬dos de los árboles y los de la cima de las montañas, las cuevas subterráneas, las rendijas del cubil, las gusaneras, las casas de los husihuilkes, todo había sido hábilmente protegido según una herencia de saberes que enseñaba a aprovechar los bienes delbosque y los del mar. En Los Confines, las Criaturas afrontaban lluvias y vientos con mañas casi tan antiguas como el viento y la lluvia.
—Será mañana que empezarán las aguas —repitió Kush. Y enseguida se puso a tararear entre dientes una canción de despedida. Kuy-Kuyen y Wilkilén fueron has¬ta el calorcito de la revieja.
—Vuelve a empezar, vuelve a empezar con nosotras —pi¬dió la mayor de susnietas.
Kush abrazó a las niñas, las atrajo hacia sí, y juntas re¬comenzaron la canción que entonaban los husihuilkes antes de cada temporada de lluvia. Cantó la voz cálida y quebrada de la raza del sur; cantó sin imaginar que pron¬to se harían al mar los que traían el final de ese tiempo de bienaventuranza.
Ellas cantaban esperando a los hombres que de un mo¬mento a otro aparecerían por elcamino del bosque con las últimas provisiones. Vieja Kush y Kuy-Kuyen lo ha¬cían al unísono, sin equivocarse jamás. Wilkilén, que sólo llevaba vividas cinco temporadas de lluvia, llegaba un po¬co tarde a las palabras. Entonces levantaba hacia su abue¬la una mirada grave, como prometiendo algo mejor para la próxima vez. Las husihuilkes cantaban hasta pronto....
Hasta pronto, venado. ¡Corre, escóndete!Mosca azul vuela lejos porque la lluvia viene.
Padre Halcón protege
a tus pichones.
Buenos amigos, bosque amado,
volveremos a vernos
cuando el sol retorne a nuestra casa.

Los tres rostros que miraban desde la casa eran de co-lores oscuros en el cabello, la piel y los ojos.
La raza husihuilke se había forjado en la guerra. De allí la dureza de sus hombres; y de las largas esperas, loses¬meros de sus mujeres. Los corales del mar enhebrados en las trenzas, engarzados en brazaletes y collares o ceñidos a la frente, eran el único bien que realzaba las vestiduras de las mujeres husihuilkes: túnicas claras que bajaban de las rodillas, sandalias y, según la estación, mantos de hilo o de lanas abrigadoras. Así lucían ahora la abuela y sus dos nietas, generosas en la belleza de su raza.—¡Los lulus, allí están los lulus! —gritó Wilkilén—. ¡Vieja Kush, mira los lulus!
—¿Adónde los ves tú, Wilkilén? —preguntó su abuela.
—¡Allí, allí! —y señalaba con precisión un gran nogal que crecía a mitad de camino, entre la casa y el bosque.
Kush miró. En verdad, dos colas luminosas se enroscaban y se desenroscaban al tronco, como pidiendo atención. Una era de color rojo y otra era...
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