los hijos de la malinche

Páginas: 9 (2028 palabras) Publicado: 5 de mayo de 2013
IJOS DE LA MALINCHEL
A EXTRAÑEZA
que provoca nuestro hermetismo ha creado la leyenda del mexicano, serinsondable. Nuestro recelo provoca el ajeno. Si nuestra cortesía atrae, nuestra reserva hiela. Y lasinesperadas violencias que nos desgarran, el esplendor convulso o solemne de nuestras fiestas, elculto a la muerte, acaban por desconcertar al extranjero. La sensación que causamos no es diversaala que producen los orientales. También ellos, chinos, indostanos o árabes, son herméticos eindescifrables. También ellos arrastran en andrajos un pasado todavía vivo. Hay un misteriomexicano como hay un misterio amarillo y uno negro. El contenido concreto de esas repre-sentaciones depende de cada espectador. Pero todos coinciden en hacerse de nosotros una imagenambigua, cuando nocontradictoria: no somos gente segura y nuestras respuestas como nuestrossilencios son imprevisibles, inesperados. Traición y lealtad, crimen y amor, se agazapan en el fondode nuestra mirada. Atraemos y repelemos.No es difícil comprender los orígenes de esta actitud. Para un europeo, México es un país almargen de la Historia universal. Y todo lo que se encuentra alejado del centro de la sociedadaparece comoextraño e impenetrable. Los campesinos, remotos, ligeramente arcaicos en el vestir yel hablar, parcos, amantes de expresarse en formas y fórmulas tradicionales, ejercen siempre unafascinación sobre el hombre urbano. En todas partes representan el elemento más antiguo y secretode la sociedad. Para todos, excepto para ellos mismos, encarnan lo oculto, lo escondido y que no seentrega sinodifícilmente, tesoro enterrado, espiga que madura en las entrañas terrestres, viejasabiduría escondida entre los pliegues de la tierra.La mujer, otro de los seres que viven aparte, también es figura enigmática. Mejor dicho, es elEnigma. A semejanza del hombre de raza o nacionalidad extraña, incita y repele. Es la imagen de lafecundidad, pero asimismo de la muerte. En casi todas las culturas las diosas de lacreación sontambién deidades de destrucción. Cifra viviente de la extrañeza del universo y de su radical he-terogeneidad, la mujer ¿esconde la muerte o la vida?, ¿en qué piensa?, ¿piensa acaso?, ¿siente deveras?, ¿es igual a nosotros? El sadismo se inicia como venganza ante el hermetismo femenino ocomo tentativa desesperada para obtener una respuesta de un cuerpo que tememos insensible.Porque,como dice Luis Cernuda, "el deseo es una pregunta cuya respuesta no existe". A pesar de sudesnudez —redonda, plena— en las formas de la mujer siempre hay algo que desvelar:Eva y Cipris concentran el misterio del corazón del mundo.Para Rubén Darío, como para todos los grandes poetas, la mujer no es solamente un instrumentode conocimiento, sino el conocimiento mismo. El conocimiento que no poseeremosnunca, la sumade nuestra definitiva ignorancia: el misterio supremo.Es notable que nuestras representaciones de la clase obrera no estén teñidas de sentimientosparecidos, a pesar de que también vive alejada del centro de la sociedad —inclusive físicamente,recluida en barrios y ciudades especiales—. Cuando un novelista contemporáneo introduce unpersonaje que simboliza la salud o la destrucción,la fertilidad o la muerte, no escoge, como podríaesperarse, a un obrero —que encierra en su figura la muerte de la vieja sociedad y el nacimiento deotra—. D. H. Lawrence, que es uno de los críticos más violentos y profundos del mundo moderno,describe en casi todas sus obras las virtudes que harían del hombre fragmentario de nuestros días unhombre de verdad, dueño de una visión total del mundo.Para encarnar esas virtudes crea personajes
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de razas antiguas y no-europeas. O inventa la figura de Mellors, un guardabosque, un hijo de latierra. Es posible que la infancia de Lawrence, transcurrida entre las minas de carbón inglesas,explique esta deliberada ausencia. Es sabido que detestaba a los obreros tanto como a los burgueses.Pero ¿cómo explicar que en todas las grandes novelas...
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