Los sipmson y la utopia
Juan José Cabedo Torres Enero de 2011
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Los Simpson y la utopía: los intelectualesgobiernan Springfield
A menos que los filósofos reinen en las ciudades o cuantos ahora se llaman reyes y dinastías practique noble y adecuadamente la filosofía […] no hay tregua para los males de las ciudades, ni tampoco, según creo, para los del género humano. Platón
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¿Puede la televisión incrementar la perspicacia de los espectadores o su misión es simplemente freír neuronas a buen ritmo? ¿Es posible juntar en la misma frase inteligencia y política sin que salte en pedazos los fundamentos de la sinta xis? ¿Qué pasaría si el poder estuviera en manos de los intelectuales? La vida está llena de preguntas. Algunas tienen respuesta. Otras, sin embargo, se formulan una y otra vez porque la réplica es claramente insatisfactoria. Wittgenstein, que era un tipo avispado, lo expresa con rotundidad: Todo aquello que puede decirse, puede decirse con claridad; y sobre aquello de lo que no podemos hablar, mejor es guardar silencio. Por lo que respecta a la cuestión de si deben gobernar los más listos o los más idiotas, Platón y Ortega lo tienen claro: el gobierno ideal es el gobierno de los intelectuales. Sin embargo, según Los Simpson, si los más inteligentes asu mieran el Poder, las cosas se desarrollarían de manera bastante distinta. ¿Deben los idiotas gobernar el mundo o es preferible que el poder esté en manos de los que tienen un cociente intelectual alto? Tal es la cuestión que plantea el episodio titulado Salvaron el cerebro de Lisa (nº 225, Décima temporada, 1999). Recordemos el argumento: En la presentación encontramos a Bart copiando en la pizarra “A nadie le interesa escuchar mis sobacos”. Los miembros de la familia Simpson se dirigen a casa y, cuando llegan, se sientan en el sofá a ver la tele. La familia está viendo el episodio 644 de la comedia “Etnias desparejadas”, que es súbitamente suspendido. Ante la posibilidad de ver la repetición del funeral de alguna princesa, Homer cambia de canal y la tele anuncia el concurso “Cuán bajo está usted dispuesto a caer” patrocinado por una marca de natillas bajas en calorías. Se trata de elegir al garrulo más rastrero y vomitivo de la ciu dad. El premio es un viaje a Hawai (que luego, en virtud de la publicidad engañosa, se cambia por un viaje a Hartford, la capital del estado de Connecticut). El sábado siguiente, en el aparcamiento de la KBBL, se celebra el concurso. El primero en actuar es Bart “El colector de basuras humano”, que, embudo en mano está dispuesto a tragarse cualquier cosa que le arroje el público. El diálogo entre Lisa y su madre no tiene desperdicio. MARGE. ¿Quieres una moneda para lanzársela a tu hermano?LISA. ¡Encima lo recompensas por comportarse como un bufón! MARGE. (Enfadada) ¡Sabes que éste puede ser un momento culminante en la vida de Bart! No seas tan exigente. El siguiente concursante es Barnie, quien abre seis latas de cerveza y se las bebe de un trago. Al eructar el público le aclama y el jurado le concede dos sie tes y un ocho. Barnie intenta explicar inútilmente que ése no era el número, que en realidad iba a hacer juegos malabares con gallinas, pero es retirado del esce nario. A continuación actúa Homer con un número titulado “Conocimiento mai zal”. Homer, recubierto de maíz, canta, baila y calienta su traje con un secador de pelo para transformarlo en un traje de palomitas. El jurado, por unanimidad, le concede un cuatro. Las gallinas de Barnie le atacan para comerse las palomi...
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