Los Valientes No Asesinan

Páginas: 5 (1128 palabras) Publicado: 14 de agosto de 2011
Los valientes no asesinan
Mis compañeros quedaron en el despacho del señor Juárez y yo salía con mis útiles de escribir en la mano. Estaba remudándose la guardia, había soldados de uno y otro lado de la puerta: por la parte de la calle, se volvían en tropel los soldados; a mí me pareció,no sé por qué, que eran arrollados por una partida de mulas o de ganado, que solía pasar por allí: me embutímaterialmente en la pared y me coloqué tras la puerta; pero volví los ojos hacia el patio y vi, ensangrentado y en además espantoso, al soldado que custodiaba la pieza: gritos, mueras, tropel y confusión horrible envolvieron aquel espacio.
 El lugar en que yo estaba parado era la entrada a una de las oficinas del Estado; allí fui arrebatado, a la vez que se cerraban todas las ventanas y la puerta,quedando como en el fondo un sepulcro. Por la calle, por las puertas, por el patio, por todas partes, los ruidos eran horribles; oíanse tiros en todas direcciones, se derribaban muebles, haciendo estrépito al despedazarse, y las tinieblas en que estaba hundiendo exageraban a mi mente lo que acontecía y me representaban escenas que felizmente no eran ciertas.
 En la confusión horrible en que mehallaba, vi que algunos de los encerrados conmigo en aquel antro salían para la calle impunemente: yo no me atrevía a hacerlo, pendiente de la suerte de mis amigos, a quienes creí inmolados al desenfreno de la soldadesca feroz. 
Los gritos, los ruidos, los tiros, el rumor de la multitud, se oían en el interior del Palacio. Como pude, y tentaleando, me acerqué a la puerta del salón en que mehallaba y daba al patio, apliqué el ojo a la cerradura de aquella puerta y vi el tumulto, el caos más espantoso: los soldados y parte del populacho corrían en todas direcciones disparando sus armas; de las azoteas de Palacio a los corredores caían,
o mejor dicho, se descolgaban aislados, en racimos y grupos, los presos de la cárcel contigua, con los cabellos alborotados, los vestidos hechos pedazosblandiendo sus puñales, revoleando como arma terrible sus mismos grillos.
 En el centro del patio del Palacio había algunos que me parecían jefes y un clérigo de aspecto feroz.... 
Algunos me instaron a huir; a mí me dio vergüenza abandonar a mis amigos.
Luché por abrir la puerta.... la cerraba una aldaba que después de algún esfuerzo cedió: la puerta se abrió y me dirigí al grupo en que estabanlos jefes del motín 
A uno de ellos le dije que yo era Guillermo Prieto, ministro de Hacienda,
y que quería seguir la suerte del señor Juárez. 
Apenas pronuncié aquellas palabras, cuando me sentí atropellado, herido en la cabeza
y en el rostro, empujado y convertido en objeto de la ira de aquellas furias... 
Desgarrado el vestido, lastimado, en situación la más deplorable, llegué a lapresencia de los señores Juárez y Ocampo. Juárez se conmovió profundamente; Ocampo me reconvino por no haberme escapado; porque me honraba con tierno cariño. 
Apenas recuerdo, después de los muchos años que han transcurrido, las personas que me rodeaban. 

Tengo muy presente el salón del Tribunal de Justicia, sus columnas, su dosel en el fondo. Estoy viendo en el cuartillo de la izquierda del dosel aLeón Guzmán, a Ocampo, a Cendejas junto a Fermín Gómez Farías; a Gregorio Medina y a su hijo, frente a la puertecita del cuarto; a Suárez Pizarro, aislado y tranquilo; al general Refugio González siguiendo al señor Juárez.
 
Se había anunciado que nos fusilarían dentro de una hora. Algunos, como Ocampo, escribían
sus disposiciones. El señor Juárez se paseaba silencioso, con inverosímiltranquilidad; yo salía a la puerta a ver lo que ocurría. En el patio la gritería era espantosa. 
En las calles, el señor Degollado, el general Díaz, de Oaxaca, Cruz Ahedo y otras personas
que no recuerdo, entre ellas un médico, Molina, verdaderamente heroico,
se organizaban en San Francisco, de donde se desprendió al fin una columna
para recobrar el Palacio.
 A ese amago aullaban materialmente...
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