Lubatti
Páginas: 4 (955 palabras)
Publicado: 9 de noviembre de 2010
11. LOS PEQUEÑOS PASOS HACIA EL CAMBIO SOCIAL.
Ya es común decir que asistimos a la agonía y muerte de las utopías. Son escasos los que todavía se aferran con sinceridad y pasión a ciertasideologías, creyendo que verdaderamente podrían cambiar el mundo. Casi todos vivimos la tentación de cumplir con un mínimo de exigencias que nos plantea la vida, tratando de reservar una porción lo más grandeposible de privacidad, donde podamos gozar nuestra cuota de placer y de comodidad.
Nada de utopías, solo sensaciones…
Sobrevivir lo mejor posible, experimentar todo lo que podamos de tantascosas que nos ofrece el mercado: el único ideal que moviliza sinceramente las entrañas de casi todos los habitantes del universo. En este sentido, reconocemos hoy que las grandes utopías revolucionariashan dejado un cementerio de ilusiones. Solo han dejado un resto de ideólogos melancólicos, pero incapaces de renunciar a su comodidad por el bien común.
Puesto que nadie se siente atraído por unapropuesta consistente y atractiva que pueda cambiar el mundo, y porque en el fondo nadie cree ni siquiera poder cambiarse a sí mismo, “total, como yo no voy a cambiar el mundo, ¿para qué desgastarme encompromisos que recorten mi precioso tiempo personal?”.
¿Cómo es posible, en este contexto, volvernos capaces de una actitud sincera y estable de desprendimiento y generosidad por el bien común,si en el fondo tampoco creemos que sea posible convertirnos en santos o en héroes?
Creo que la única manera de motivar compromisos reales, magnánimos y estables es generar una “mística de lospequeños pasos”.
Un paso tras otro…
No es realista pretender cambios repentinos y deslumbrantes, es más eficaz tratar de producir pequeños avances auténticos y sinceros. Cuando sentimos que nuestravida es mediocre, a veces nos surge el deseo de hacer algo grande, y secretamente envidiamos a las personas que se destacan.
Por otra parte cuando sólo nos moviliza la envidia, nuestra pasión no...
Ya es común decir que asistimos a la agonía y muerte de las utopías. Son escasos los que todavía se aferran con sinceridad y pasión a ciertasideologías, creyendo que verdaderamente podrían cambiar el mundo. Casi todos vivimos la tentación de cumplir con un mínimo de exigencias que nos plantea la vida, tratando de reservar una porción lo más grandeposible de privacidad, donde podamos gozar nuestra cuota de placer y de comodidad.
Nada de utopías, solo sensaciones…
Sobrevivir lo mejor posible, experimentar todo lo que podamos de tantascosas que nos ofrece el mercado: el único ideal que moviliza sinceramente las entrañas de casi todos los habitantes del universo. En este sentido, reconocemos hoy que las grandes utopías revolucionariashan dejado un cementerio de ilusiones. Solo han dejado un resto de ideólogos melancólicos, pero incapaces de renunciar a su comodidad por el bien común.
Puesto que nadie se siente atraído por unapropuesta consistente y atractiva que pueda cambiar el mundo, y porque en el fondo nadie cree ni siquiera poder cambiarse a sí mismo, “total, como yo no voy a cambiar el mundo, ¿para qué desgastarme encompromisos que recorten mi precioso tiempo personal?”.
¿Cómo es posible, en este contexto, volvernos capaces de una actitud sincera y estable de desprendimiento y generosidad por el bien común,si en el fondo tampoco creemos que sea posible convertirnos en santos o en héroes?
Creo que la única manera de motivar compromisos reales, magnánimos y estables es generar una “mística de lospequeños pasos”.
Un paso tras otro…
No es realista pretender cambios repentinos y deslumbrantes, es más eficaz tratar de producir pequeños avances auténticos y sinceros. Cuando sentimos que nuestravida es mediocre, a veces nos surge el deseo de hacer algo grande, y secretamente envidiamos a las personas que se destacan.
Por otra parte cuando sólo nos moviliza la envidia, nuestra pasión no...
Leer documento completo
Regístrate para leer el documento completo.