mamita maura

Páginas: 9 (2198 palabras) Publicado: 20 de febrero de 2015
Mamita Maura
Lo cierto fue que Tata Mundo convaleció de aquella pul­monía que no pudo con él, volvió a calzarse el par de zapatones bien herrados, y con su pañuelo rojo anudado al cuello aún anda por ahí fumándose sus puros y echándole aceite a su lam­parilla que alumbra historias. El día que ya estuvo de salir a asolearse, todavía algo desteñido de la piel y escurrido de las facciones, fue ynos dijo, sentándose en el pedrón que estaba al frente de su casa:
—Pues es que en la de menos yo soy como mi abuela.
—¿Mamita Maura?
—La mesma. Pura coyunda tiesa. Llegó a ser la vieja en aquellos años el bastión donde toda nuestra familia se arri­maba a asegurar sus tristezas para que ella las tuviera de su mano, o a dar rienda suelta a las alegrías, que también las habk de haber en familióntan grande como el que ella y mi abuelo habían echado al mundo. Mas el abuelo, para entonces, ya dormía de espaldas bajo muchas paladas de tierra. Se fue ■sesentón, el flojo. Ella nos quedó, e hizo las veces del uno y del otro; y miren que, como autoridad, sabía ser de buen man­do la viejita. ¿Piensan ustedes que, faltando el hombre, se le fue la finca en humo o se rompieron a pelear entre sí loshijos y las hijas? Nada de eso. Como en un puño los siguió tenien­do a toditicos; y los cafetalillos más bien crecieron en sus ma­nos, que para jefear paleas, deshijas y descumbras, buenas na­cieron. Asina era mi abuela: mujer de mucho respeto.
Estaba yo muy chacalín, pero me acuerdo muy bien de aquella vez que a casa llegó el tío Mateo con el recado:
—Que manda a decir mama que enyuguen ahoramesmo y esté toda la familia desde mañana en Santa Eulalia.
—¿Está bien ma Maura? —preguntó mama. —Está bien; Dios me perdone si no. Pero ya se mandó a morir.
—¿Qué decís vos, mano?
—Quiere que estemos las diez familias presentes, y ya notificó a todas en redondo, porque asegura que de las doce del lunes que viene no pasa; desea que la despidamos.
Era viernes. El tío Mateo no pudo explicar nadamás, y mama y tata, algo tristones, alistaron la carreta. A mi abuela había que obedecerla. Si no, aunque se estuviera muriendo, habría que oírla, y cuidado que no aguantarle unos cuantos tajonazos en la espalda. Tal y como lo oyen. Más que mi tata tuviera ya cuarenta años. Los chacalines nos volvimos de fiesta. Como la muerte y nosotros no nos entendíamos, qué nos im­portaba que la abuela sehubiera mandado despachar un lunes a las doce. Lo que nos ponía locos era el viaje en carreta hasta Santa Eulalia de Atenas, donde ella vivía bien dueña de su haciendita y mandando la olla de toda la familia. Porque ma Maura tenía unos cuantos cincos, no crean, además de sus vacas y cafetales, y cuando a alguno de sus crios la manten­ción le andaba renca ella le metía su apuntalada; si no que loatestigüen las ánimas de mis tatas.
Creíamos que la íbamos a encontrar volcada en cama. ¿Saben dónde estaba cuando al día siguiente a las cinco de la mañana me bajé a abrir la tranquera que daba al solar de su casa? Encaramada en una gran escalera, apeando mangos del arbolón que frente a la casa había, para darnos gusto por la trompa a las carretadas de nietos que iríamos llegando unos tras otros.—¡Qué tal, muchachitos —nos gritó—, les vino bien en el camino? ¿No me los asustó el tigre en los bajos del Cacao?
Y con la vara que tenía en la mano punzaba y aporreaba los racimos de frutas. Ya tenía dos canastos a medio llenar. Después bajó y dio la bendición a tata y mama, que se arrodi­llaron junto a ella.
—Pues sí, m'hijitos, la cosa es para pronto. Pero no quiero llantos.
—Pero, mama, y esasideas suyas. Si usted todavía está vivitica —dijo mi tata.
—Sí, hijo, pero no hay fecha que no se cumpla. Yo estoy cumplida.
Por no ser menos, llegué yo de domingo siete y me le hinqué enfrente, también. Ella se echó una risa.
—A vos, chacalín, que te bendigan los ángeles. Tu abuela tiene el alma muy curtida para bendecir chacalincitos limpios.
Y en lugar de darme cruces, sacó del...
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