musica
Aquí podría concluir la historia de una infancia que fue tan simple como este nacimiento. Nohubo divinos esplendores, voces celestes, mágicos anuncios. La recién nacida era un “sol” para su madre y para todas las vecinas y no faltó en su bautizo -como no falta en ninguno- esa viejecita queanuncia que el neófito está llamado a hacer girar el mundo. Y cuantos lo oyeron sonrieron -como siempre- benévolos y comentaron que “sí, abuela, y usted que lo vea”, con esa dulce ironía con la quecomentamos todo aquello que no creemos.
Sin embargo, esta vez esa “profecía” de todos los bautizos iba a tener mucho de cierto: aquella niña iba a capitanear una gran aventura que haría girar muchascosas, que se anticiparía a algunos de los movimientos más vivos de la Iglesia en el siglo que ya estaba casi a las puertas. Aquella niña -no porque estuviera hecha de esa especial madera de la que,por lo visto, hacen a los santos, sino porque sabría responder a todas esas llamadas de Dios que los mediocres desperdiciamos- iba a asumir una de las tareas más difíciles que a un creyente puedenencomendársele: arder y no brillar; caminar sin avanzar; construir arduamente unos hondos cimientos y no llegar a ver jamás el edificio que sobre ellos se construirá.
Afortunadamente, oscuridad no esinfecundidad: y esa es la razón por la que doscientos años después vuelve a ser importante aquel 5 de noviembre, a pesar de que la humana sea una raza de tan corta memoria que acostumbre a comer el pansin preguntarse nunca por la oscura semilla de la que nació ese trigo que lo forma y los agrios inviernos y tremendos vendavales que la semilla tuvo que atravesar.
Tremendo vendavales, sí....
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