Narracion
Por Paloma Horta
Las dunas de Ritoque eran un mar dehumanos aplaudiendo el espectáculo nocturno. Bocas abiertas, manos en el aire. Juegos de luces láser, Sledgehammer sonando a un volumen ensordecedor y motos volando a siete metros del piso. Todos los lolosde las concurridas playas de Reñaca, mamás, abuelos, aregentinos y lugareños se juntaban a gritar por sus pilotos favoritos y comer maní confitado. “Lucky, lucky… luckiiiiiie strrrraaaaaaike!”, elconductor rugía el vernao del ’91, en el supercross.
El nombre Felipe Horta es sinónimo de ruedas y motores en Chile. Con dieciocho años, en 1978, ya tenía un cuarto destinado a la colección detrofeos que ganó corriendo motocross. Cuando salió del colegio corrió profesionalmente hasta que se le acabaron los rivales. Entonces partió a Estados Unidos, por dos años. No sabía decir ni hello.Desde los trece comenzó a jugárselas por hacer lo que más le gustaba. “Mi papá no tenía las lucas para pagarme cuatro motos para entrenar y competir, así que yo, chico pero puntudo, en las carreras, mesacaba el casco y le cerraba el ojo a los gerentes de Suzuki y Yamaha. Le ganaba a todos, así que podía hinchar por auspicios”, recuerda Horta, sentado en el sillón de cuera de su oficina.
-Acásiempre estuve sufriéndomelas, no había organización. Salía en los diarios, pero seguía sin ni uno. Me apesté-, relata el corredor robusto y pelado, quien alguna vez se alimentó de puro pollo, avena ylechuga.
Afuera consiguió ver carreras de verdad. Recuerda: “Empecé a soñar de noche con que andaba en unas pistas así de pro, pero que estaba en Chile. Curvas cerradas, lienzos coloridos, limpios,setenta tipos pelándose la largada”. No quiso seguir vendiendo galletas McKay y echando de menos. A los veinticuatro años, ya estaba de vuelta.
Después de haber sido lo suficientemente seco para...
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