Noches De Pesadilla

Capítulo 1: Noche de pesadilla
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Cuatro de la tarde de un día martes. Y ahí estaba ella. Con una sonrisa de oreja a oreja, en el lugar menos esperado, con la persona menos esperada. Sí, ella era Merlina Morgan, una joven a no mucho tiempo de cumplir los veintisiete años, y que hace sólo tres días había salido de su trabajo en Hogwarts, de vacaciones: era conserje del castillo; bastante brutasegún algunos (ella se consideraba sólo algo torpe), y una mujer de lo más simpática para otros. A veces, muchos se dejaban llevar por su apariencia paliducha que contrastaba con su largo cabello castaño oscuro. Sin embargo, a ella ya no le importaba lo que pensara la gente, mientras siguiera viviendo como vivía, y estando donde estaba. Pero no estaba ni un lugar plenamente agradable, ni tampoco ensu casa. Aún así, estaba feliz. O eso creyó, porque al instante, luego de formular su pregunta en voz alta, mientras se sentaba boca abajo en un sillón, con la cara entre las manos, su sonrisa se derritió como chocolate al sol.
― No ―contestó él, con simpleza.
Su voz sonó con esa típica exasperación que a Merlina no le gustaba. Detestaba tener que rogarle. Pero por un intento más, no debíainterpretarlo como eso. Como si pudiera tomar fuerzas con aquello, miró su anillo con la piedra púrpura en su índice derecho fugazmente.
― ¿Por favor? ―se intentó de levantar, y producto de la brusquedad, terminó en el suelo. Severus no la vio, o eso fingió. Merlina repitió el "por favor" y aproximó temerosa mientras él giraba la página de El Profeta en el sillón de su casa, en la calle La Hilandera.Negó secamente con la cabeza.
― Indirectamente me estás diciendo que no saldremos a pasear a ningún lado. ¿Acaso pretendes que me quede encerrada todo el verano acá?
― Sabes que no es seguro que viajemos, pero es lo más probable que suceda si las cosas siguen bien hasta hoy… ―susurró Severus mientras leía. O intentaba leer.
― Bueno, aún así, necesito ropa nueva ―Merlina se señaló. Suspantalones negros estaban gastados (casi grises) y la remera púrpura, bastante desteñida.
― Te queda bien ― eso lo dijo sin siquiera mirarla.
― ¿No me acompañarás a comprar ropa? ¿Tienes miedo a los muggles?
― No. Ni lo uno ni lo otro. Tampoco iría si me ofrecieras ir al callejón Diagon.
Y ella, claro, no se atrevería a cruzarse ni por asomo. No le gustaba el callejón. Si podía evitarlo, lo hacía.Desde lo ocurrido con Craig el callejón Diagon se había vuelto como el infierno.
― Entonces, iré yo.
Severus no le prestó atención. Merlina ya estaba acostumbrada a eso. Los tres días que llevaba con él, en su casa, y durmiendo en su cama, había comprendido que gustaba de fingir sordera. Pero escuchaba cada palabra que ella decía, simplemente contestaba lo que le convenía Y siempre era bastantecariñoso por las noches. Ya sabía que él era así: multipolar, pero en el fondo era una persona muy buena. Demasiado buena, en realidad. Ella no podía soñar con nadie más. Él era perfecto a su modo.
Fue hacia el cuarto que compartían ―el cuarto de Severus, en realidad―, y de un mueble sacó un fajo de billetes que había cambiado hace un tiempo en Gringotts vía lechuza. Lo guardó en una cartera, se lacolgó al hombro, y fue nuevamente hasta la sala.
― Vuelvo en… ―miró el reloj de pared ―, me imagino que en unas tres, o cuatro horas más. Necesito varias cosas ―sinceró―. Tú me abres, a menos que quieras dejarme afuera ―eso último lo dijo en tono de gracia. Pero Severus no rió. Merlina rodó los ojos. Jamás reía sus chistes, sólo cuando a ella le pasaba algo gracioso. Eso era algo exasperante,pero no debía sorprenderse por ello.
Se giró para caminar hacia la puerta. Severus dejó el periódico a un lado, dio cinco zancadas hasta Merlina y la tomó del brazo.
― ¿Dónde crees que vas?
Merlina arqueó las cejas, bufando.
― ¿Cómo que para…? ―Merlina se sintió contrariada ― ¿Me pusiste atención o no?
― Por supuesto, pero no pensé que fuera en serio.
― ¿Desde cuándo no te hablo en serio? ¡Es...