nosequeponer

Páginas: 6 (1424 palabras) Publicado: 23 de abril de 2013
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AAAAA Conradin tenía diez años de edad, y la opinión profesional del médico era la de que el niño no viviría otros cinco. El médico era zalamero e inepto, y no valía mayor cosa, pero su opinión recibía el respaldo de la señora De Ropp,quien valía por casi todo. La señora De Ropp era prima y tutora de Conradin, y representaba para él esas tres quintas partes del mundo que son necesarias, desagradables y reales; las otras dos quintas partes, en perpetuo antagonismo con las anteriores, se resumían en él y en su imaginación. Conradin suponía que un día de estos acabaría sucumbiendo al yugo de las pesadas cosas necesarias, tales comolas enfermedades, los mimos restrictivos y el prolongado aburrimiento. Sin su imaginación, desbocada bajo el acicate de la soledad, habría sucumbido tiempo atrás. Ni siquiera en sus ratos de mayor honestidad la señora De Ropp se habría confesado que le tenía aversión a Conradin, aunque acaso columbrara que el deber de frustrarlo "por su bien" no le resultaba particularmente molesto. Conradin laodiaba con una sinceridad desesperada que sabía disimular a la perfección. Los escasos placeres que se ingeniaba para procurarse ganaban un gustillo adicional por el hecho de que probablemente habrían desagradado a su tutora; y la tenía expulsada del reino de su imaginación, a esa cosa impura que allí jamás encontraría cabida.
En el sombrío e inhóspito jardín, vigilado por tantas ventanas siempreprontas a abrirse y soltar la advertencia de no hacer esto o aquello, o el aviso de que era hora de tomar la medicina, hallaba él escasos atractivos. Los pocos árboles frutales que encerraba estaban celosamente vedados a sus manos, como si fueran raros especimenes que florecieran en un yermo; si bien quizás habría costado encontrar un verdulero dispuesto a ofrecer diez chelines por la cosecha de todoel año. Sin embargo, en un rincón perdido y casi oculto tras unos setos desmayados, había un cobertizo en desuso de considerables dimensiones; y bajo su techo Conradin encontraba refugio, algo que asumía los diversos visos de un cuarto de juegos y de una catedral. Lo había poblado con una legión de fantasmas familiares, sacados en parte de episodios históricos y en parte de su propia mente, peroel lugar también hacía gala de dos inquilinos de carne y hueso. En un rincón vivía una gallina de Houdan de plumaje alborotado, a la que el niño prodigaba un afecto que a duras penas encontraba más salidas. Más al fondo, en la penumbra, había una amplia jaula dividida en dos compartimientos, uno de los cuales tenía al frente unas barras de hierro muy cerradas. Ésta era la morada de un gran hurónque su amigo el recadero de la carnicería había entrado de contrabando, con jaula y todo, a cambio de una reserva de monedas de plata atesoradas durante largo tiempo. Conradin le tenía pavor a la elástica fiera de colmillos agudos, aun cuando era su más preciada posesión. Su sola presencia en el cobertizo era motivo de una terrible y secreta alegría, que debía ocultar con sumo cuidado a La Mujer,...
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