Nuestra Senora De La Soledad Marcela Serrano

Páginas: 191 (47533 palabras) Publicado: 5 de mayo de 2015
Índice

Portada
Portadilla
Dedicatoria
Cita
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14

Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Sobre laautora
Créditos
Grupo Santillana

Para Karin Riedemann, Mónica Herrera y
Elisa Castro. Y por todo lo vivido.

El mundo no te regalará nada, créeme. Si
quieres tener una vida, róbala.
LOU ANDREA SALOMÉ

Una loca. Era una loca. Que la mujer del
vestido rojo bailando arriba de esa mesa era una
loca, le dijeron.
Esa habría sido la primera referencia que
obtuviera si aquellas palabras le hubieranganado en peso a la imagen: una pantorrilla
fuerte, musculosa y flexible de perfecto contorno
bajo la malla calada de bailarina, miles de
pequeños triángulos negros sobre el blanco de la
piel como un diminuto tablero de ajedrez mirado
en diagonal, diamantes perfectos relucientes
entre el remolino. Todo lo demás, el ancho ruedo
rojo volando por sobre las cabezas, la melena
ensortijada desordenándosemás y más a cada
movimiento, las gotas de sudor sobre el labio, el
cuerpo resuelto al compás de la música, los pies
descalzos, la mirada en llamas de hombres
recostados sobre un muro rosa brillante,

empinando uno tras otro los vasos de tequila, el
ambiente espeso de risas cómplices, humo de
cigarrillos y mariguana, vahos de alcohol,
repleto el local, irrespirable mientras un joven se
esfuerza poravanzar para atender un pedido allá
al fondo entre las sillas y mesas que se
entrechocan, concentradísimo en no derramar
una sola gota del líquido incoloro que porta en
pequeños vasos cilíndricos, dedales de azul
incierto. Todo lo demás inútil, pues nada de ello
le atañe por haber quedado fijo, colgado del
rectángulo que su vista arbitrariamente cerró:
una pantorrilla fuerte y flexible de perfectocontorno bajo la malla calada de bailarina, miles
de triángulos negros sobre el blanco de la piel.
Ese encuadre lo saturó todo.
Al despedirse a la mañana siguiente, tuvo la
osadía de preguntar a la falsa bailarina cuál era
su fantasía.
—Tener una casa en algún lugar del mundo.
Pintada de azul.
Bang bang. La pelota rebota. Los niños la

atrapan. La niña queda mirando, queda mirando,
queda mirando.La niña no atrapa nada, la niña
solo mira.

Pues sí, supongo que me eligieron por ser mujer.
Y porque México ha permanecido acuartelado en
mi conciencia. Pero eso no significa que me sienta
bien con el caso en las manos. Miento, no solo me
siento bien sino incluso importante; reconozco que
cuando El Jefe nos llamó y frente a los demás dijo
que yo era la indicada, no pude disimular una
oleada deorgullo. Por lo tanto, no es que me sienta
mal, es sólo que esta situación me pone un poco
nerviosa, como si todo esto me quedara grande.
—¿Y cómo lo vas a hacer? —me preguntaron
mis compañeros a la salida de la reunión, entre
envidiosos y espantados. Miré los cartapacios que
cargaba en mis brazos, repletos como legajo de
burócrata, y sólo atiné a dar un largo suspiro.
Aferrada a ellos como a unaalhaja rara, tomé un
taxi en la vereda sur de la calle Catedral. Me di
ese lujo pensando que un caso nuevo siempre
merece una cierta recompensa y sin ningún

remordimiento
postergué
algunos
asuntos
pendientes a los que habría atendido de haberme
ido en autobús; total, nadie perdería la vida por
aplazar la tintorería o el supermercado. Contemplé
el horrendo tráfico de la ciudad de Santiago,sintiéndome por completo ajena, excluyéndome
con todo desparpajo de las incomprensibles
corrientes que van y vienen sin detenerse entre sus
habitantes, como víctimas de los vaivenes de un
carrusel infernal. Era una tarde de enero y el calor
parecía un murmullo. Vibrante y permanente. Sin
embargo, nada de esto me afectaba. Yo volvía de
tomar mis vacaciones, harta de descanso, de mar,
de horas de...
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