obras dramticas
-¡Cáspita!- Maldijo Moebius torciendo el gesto y la mirada. -No imaginaba que la muerte fuera tan dura, que fuera el Señor tan severo en estos últimos momentos, portodos los Santos!!.-. Yaciendo en trance hipocrático el sacerdote hinchaba sus pulmones con dificultad.
-No debéis esforzaros Monseñor, no son momentos propensos a la blasfemia, pensad en vuestramejoría-. Apostilló el edecán Don Elviro
El moribundo balbuceaba con dificultad.- No pretendo eludir estos sufrimientos que como el mismo Señor aceptó los suyos con resignación-. Se llevó las manos a subajo vientre y con ademán de querer decir algo, se acercó al oído del edecán susurrando.- ¡Ojalá pudiera aliviar este hinchazón de mi vientre!.
Don Elviro meditó unos segundos y mandó llamar almédico. Pasaron dos horas sin que el médico diera señales de presencia. La desesperanza empezó a cundir en el animo de los presentes.
-Lo haré yo mismo-. Sentenció Don Elviro con decisión.-Que traigan unapalangana con agua caliente. Ah.. y paños limpios-. Desapareció unos minutos para lavarse las manos y recoger una imagen de Jesús en el Gólgota, que al volver colocó sobre la cabecera del enfermo.-Escuche bien, su eminencia. Debo examinar el contenido de su abdomen sin más dilación-. Se aproximó a la oreja del sacerdote pronunciando estas palabras con lentitud y seguridad.
-Como va a hacereso... ahora... a que se refiere-. El moribundo pareció recobrar un hálito de vida.
-Se lo diré con más claridad-. Replicó el edecán.- Debo hacerle una marranaza muy gorda-. Moebius espero lacontinuación de su explicación sin pestañear.
-Ahora debe darse la vuelta y relajarse, voy a explorar el interior de su... culo.
Moebius cerró los ojos unos instantes con fuerza. El edecán arremangado introdujopoco a poco su mano en el ano del sacerdote hasta que asomaba el codo. Empezó a revolver si dejar de mirar el rostro de Moebius que con la frente fruncida se dejaba hacer resoplando de vez en...
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