Oficina N 1 Miguel Otero Silva

Páginas: 222 (55394 palabras) Publicado: 8 de marzo de 2016
Annotation
La novela narra el nacimiento
de un campo petrolero en torno al
pozo Oficina Nº 1, primero del
oriente de Venezuela, el cual fue
perforado por la 'Venezuelan Gulf'.
La novela sigue la transformación
del pozo en un pueblo petrolero,
que en la vida real corresponde a la
ciudad de El Tigre, y su desarrollo
anárquico. Esta novela es una
continuación de Casas muertas.

MIGUEL OTERO SILVASinopsis
OFICINA N° 1
CAPÍTULO I - RUPERT
CAPÍTULO
II
LUCIANO MILLÁN
CAPÍTULO
III
FRANCIS J. TAYLOR
CAPÍTULO IV - EL
INDIO GABINO
CAPÍTULO
V
PETRÓLEO
CAPÍTULO VI - LA

GRETA GARBO
CAPÍTULO
VII
CHARLES REYNOLDS
CAPÍTULO
VIII
OLEGARIO
CAPÍTULO IX - LUZ
ELÉCTRICA
CAPÍTULO X - EL
PADRE TOLEDO
CAPÍTULO XI - EL
TUERTO MONTERO
CAPÍTULO XII - LA
CUBANA
CAPÍTULO
XIII
-

MATÍAS CARVAJAL
CAPÍTULO
XIVCARMEN ROSA
CAPÍTULO
XV
CLÍMACO GUEVARA
CAPÍTULO
XVI
MIREYA
CAPÍTULO
XVII
OFICINA N° 1

-

MIGUEL OTERO SILVA

Oficina N° 1

Editorial Seix Barral, S.A.

Sinopsis
La novela narra el
nacimiento de un campo
petrolero en torno al
pozo Oficina Nº 1,
primero del oriente de
Venezuela, el cual fue
perforado
por
la
'Venezuelan Gulf'. La
novela
sigue
la
transformación del pozo
en un pueblo petrolero,

queen la vida real
corresponde a la ciudad
de El Tigre, y su
desarrollo
anárquico.
Esta novela es una
continuación de Casas
muertas.

Autor: Miguel Otero Silva
©1975, Editorial Seix Barral,
S.A.
Colección: Nueva narrativa

hispánica
ISBN: 9788432213717
Generado con: QualityEbook
v0.60

OFICINA N° 1
MIGUEL OTERO SILVA

CAPÍTULO I - RUPERT

1
CRUZARON caminos, trochas,
arenales, lechos de rios,matorrales
y barrancos. Las maderas del
camión rechinaban a punto de
cuartearse en cada salto sobre
pedregales y desniveles. De
repente, el vehículo cojeaba de una
de sus cuatro ruedas. El chofer
trinitario se llevaba ambas manos a

la cabeza y gruñía sordamente:
—Oh, God!
Después descendía sin prisa,
resignado y silencioso, a reparar el
daño. En un cajón guardaba los
hierros mohosos que le servíanpara
desmontar y volver a montar las
ruedas. Doña Carmelita y Carmen
Rosa bajaban del tinglado ayudadas
por la mano que Olegario les tendía
desde tierra. Caminaban unos
cuantos pasos por entre pajonales
chamuscados y buscaban amparo en
la sombra del árbol más cercano.

—No llegaremos a ninguna
parte —rezongaba la madre sin —
renunciar de un todo a la idea de un
eventual regreso al pueblo en ruinasque dejaron a la espalda.
—Llegaremos —replicaba la
hija.
Olegario permanecía junto al
trinitario para observar su trabajo y
alargarle los hierros que no estaban
al alcance de su mano. La rueda
maltrecha iba quedando en el aire,
levantada en vilo por los dientes de
acero de un pequeño instrumento

herrumbroso.
El
trinitario
desajustaba tuercas con sus
metálicos dedos negros. Faltaba
todavíaextraer el neumático,
localizar la pinchadura, adherirle
un parche humedecido con un
líquido espeso, esperar que se
secara el emplasto, inflar luego la
goma con los silbidos de una
bomba endeble y lustrosa, reponer
la rueda en su sitio, ajustar las
tuercas, hacer descender lentamente
el engranaje que mantenía el
equilibrio. Todo un largo proceso

que se repetía una y otra vez porque
Rupert
no
llevabaconsigo
neumático de repuesto. Y aunque lo
hubiese llevado, aquella ruta
agresiva y abrupta parecía defender
sus terrones con navajas y espinas.
—Si pasas en invierno es peor
—le decía Rupert a doña
Carmelita, a manera de consuelo y
tuteándola como tuteaba a todo el
mundo, ya que en Maracaibo no le
mencionaron la palabra usted
cuando le enseñaron español—.
Entonces llueve como en el

infierno, túte trancas en el pantano
tres noches seguidas y no pasa un
alma que te remolque.
Y seguían dando tumbos hasta
el próximo reventón. En el tragaluz
de
un
recodo
surgía
inesperadamente un rancho de
palma y bahareque. Tres niños
desnudos, caritas embadurnadas de
tierra y moco, barriguitas hinchadas
de
anquilostomos,
piecesitos
deformados por las niguas, corrían
hasta la puerta para mirar a los...
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