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difíciles para Paolo Ruffini.
Mientras caminaba en dirección a su casa, pensaba en lo duro que le había sido
tomar ladecisión de no jurar fidelidad a la bandera de los invasores franceses.
Un golpecito en el hombro y la voz amiga
de Luigi lo devolvieron a la realidad:
–¡Paolo! ¿Qué has hecho? En la universidadno se comenta otra cosa. El responsable político
ha asegurado que nunca volverás a sentarte
en tu cátedra y que has marcado tu destino;
se le veía terriblemente enfadado.
–Lo pensé durantemucho tiempo y cuando
comuniqué mi decisión me he sentido aliviado
–argumentó Ruffini, plenamente convencido.
–Pero ¿no has pensado en tu familia o en tu
posición? –Luigi mostró la preocupaciónque parecía haber abandonado a Ruffini.
–Luigi, ¿cuánto darías por un puesto
de funcionario? –Estaban llegando al mercado
y Ruffini se paró en seco–. Yo no estoy dispuesto
a pagar tanto por lacátedra; si hiciera
el juramento, habría traicionado mis principios
y mutilado mi alma, mantendría mi cátedra
pero el Paolo Ruffini que conoces habría muerto.
Ruffini se dedicó por entero a suoficio de médico
en los años en que estuvo alejado de la docencia
Días negros y noches largas, estas últimas semanas habían sido especialmente
difíciles para Paolo Ruffini.
Mientras caminaba endirección a su casa, pensaba en lo duro que le había sido
tomar la decisión de no jurar fidelidad a la bandera de los invasores franceses.
Un golpecito en el hombro y la voz amiga
de Luigi lodevolvieron a la realidad:
–¡Paolo! ¿Qué has hecho? En la universidad
no se comenta otra cosa. El responsable político
ha asegurado que nunca volverás a sentarte
en tu cátedra y que has marcado tudestino;
se le veía terriblemente enfadado.
–Lo pensé durante mucho tiempo y cuando
comuniqué mi decisión me he sentido aliviado
–argumentó Ruffini, plenamente convencido.
–Pero ¿no has...
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