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Antes de ser creador de lenguaje, el hombre es un receptor de palabras: el niño no es tonto: sucede que le faltan los vocablos para expresarse y construye su lenguaje repitiendo los que escucha desus padres, de sus profesores y demás adultos, en la familia, la escuela, el barrio, la televisión. Aprende, además, las palabras groseras, burdas, obscenas que inventan los que tienen el alma sucia yque, según su propia alma, acogerá como propias o rechazará por higiene. Igual sucede con los pueblos: la autoridad se ejerce, ante todo, mediante el lenguaje: la ley está escrita con palabras y enel Ecuador, en demostración mayúscula de desprecio a gran parte de la población y de racismo, solo en un idioma, pese a lo cual el policía, entre dos carajazos, la hace cumplir. Y el agente, guardián oportero tienen una sensación de poder al hablar exactamente como el ministro y el guardaespaldas como el diputado cuyas espaldas guarda.
Hablamos y escribimos mal. No por esos giros con que elmodo de ser de gran parte del país se ha introducido en una lengua de siglos proveniente de España, sino porque la descuidamos. (Hace mucho tiempo señalaba en Europa que en mi país quienes escriben yquienes leen pertenecen a una capa de la clase media urbana. De esa clase salen dictadores y poetas, agentes de empresas transnacionales y trabajadores, industriales y colegialas... (A ellos me estoyrefiriendo.) Y no es posible atribuir a una coincidencia el hecho de que incluso los periodistas, muchos periodistas, e inclusive los escritores, muchos escritores, ignoren la gramática -<<agrede>>>, <<habrán>>, <<habrían>>, <<hubieron>>… - y hasta la ortografía <<peremne>>, «antidiluviano», «cuotidiano»...—. Entonces cabe atribuir (depaso, ¿en materia de ética también?) a sus maestros de escuela, de colegio y de universidad los errores que cometen, quienes a su vez, etc. Y a ellos mismos; ya se sabe que es leyendo como se aprende...