Perito En Electronica

Páginas: 54 (13427 palabras) Publicado: 7 de marzo de 2013
. Una fábula sobre el perdón: Alfred y Adéle
En los límites de un tranquilo pueblecito habitado por rentistas y algunos comerciantes, se alza una granja con sus edificios recién pintados. Está dividida en campos de diversos colores, enmarcados por acequias rectilíneas. Se trata de la granja de Alfred, un hombre orgulloso, íntegro y poco hablador. Es alto, delgado, de barbilla afilada y narizaguileña. La gente le respeta tanto como le teme. Es poco locuaz, pero cuando habla es para pronunciar refranes sobre el valor del trabajo o la seriedad de la vida.Su mujer, Adéle, siempre muestra una sonrisa acogedora y una palabra afable. La gente disfruta de su compañía. Es una mujer regordeta de rostro, pecho, trasero...Adéle sufre en silencio al lado de un marido parco en palabras y caricias.Lamenta en lo profundo de su corazón haberse casado con este «gran trabajador» que era la admiración de su difunto padre. Es verdad que con Alfred vive bien, y él le es fiel; pero, como está totalmente absorbido por su trabajo, casi no dedica tiempo a la intimidad y al placer.Un día, Alfred decide acortar su jornada. En lugar de trabajar hasta la caída de la tarde, vuelve a casa antes que decostumbre. Estupefacto, sorprende a Adéle in fraganti con un vecino en el lecho conyugal. El hombre sale huyendo por la ventana, mientras que Adéle, desamparada, se arroja a los pies de Alfred implorándole perdón. Él permanece rígido como una estatua: pálido de indignación, con los labios azules de rabia, apenas logra contener el tropel de emociones que le asaltan. Al verse convertido en cornudo, sussentimientos van de la humillación a la cólera, pasando por una profunda pena. Él, que no es muy hablador, no sabe qué decir. Pero se da cuenta de inmediato de que el silencio somete a Adéle a una tortura mayor que cualquier palabra o gesto violento.No se sabe muy bien cómo se propagó por el pueblo el caso de Adéle, pero las «malas lenguas» van a buen paso. Se predice que Alfred pedirá laseparación; pero, desbaratando las habladurías, hete aquí que Alfred se presenta en la misa mayor del domingo en medio de la iglesia, con la cabeza muy alta y en compañía de Adéle, que avanza a pasitos trás él. Parece haber entendido como un perfecto cristiano las palabras del Padrenuestro que dicen: «Perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a quienes nos ofenden». Pero la gloria del perdónde Alfred se alimenta secretamente de la vergüenza de Adéle.En su casa, Alfred sigue atizando el fuego de su rencor, hecho de mutismo y de miradas furtivas, llenas de desprecio hacia la pecadora. Sin embargo, en el cielo no se dejan engañar por las apariencias de virtud, así que envían a un ángel para enderezar la situación. Cada vez que Alfred posa su mirada dura y sombría sobre Adéle, el ángelle deja caer en el corazón una piedra del tamaño de un botón. Y Alfred siente en cada ocasión un pellizco que le arranca una mueca de dolor. Su corazón se sobrecarga hasta tal punto que debe andar encorvado y estirar con muchas dificultades el cuello para ver mejor ante sí.Un día en que Alfred está cortando el trigo ve, apoyado sobre la cerca, a un personaje luminoso que le dice: «Pareces muyabrumado, Alfred». Sorprendido al oír su nombre en boca de un extraño, Alfred le pregunta quién es y por qué se mete donde no le llaman. El ángel le dice: «Sé que tu mujer te ha engañado, y que la humillación te tortura; pero tú estás ejerciendo una venganza sutil que te deprime». Alfred se siente descubierto, baja la cabeza y confiesa: «No puedo dejar de repetirme este pensamiento maldito: ¿cómo hapodido engañarme a mí, un marido tan fiel y generoso? Es una puta; ha mancillado el lecho conyugal». Al decir estas palabras, Alfred hace una mueca de dolor. El ángel, entonces, le ofrece su ayuda, pero Alfred está convencido de que nadie puede aliviarle: «Por muy poderoso que seas, extranjero, nunca podrás borrar lo que ha sucedido». «Tienes razón, Alfred, nadie puede cambiar el pasado; pero, a...
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