Plat N Carta VII Trad

Páginas: 49 (12190 palabras) Publicado: 9 de abril de 2015
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decir nada que no sea favorable. Espero, pues, que haremos todas las cosas como conviene hacerlas con el auxilio
de Dios.
Es preciso que leáis esta carta todos tres juntos, ó por
lo menos dos á la vez, que la leáis cuantas veces sea posible ; que os unáis por una promesa, por una ley soberana,
como es justo; y que juréis dedicaros al culto délas Musas
y á todos los ejercicios que convienen áeste culto, tomando
por testigo á Dios, que es señor de todo, del presente y
del porvenir, así como al soberano padre de este Dios, de
esta causa, que si algún dia nos hacemos verdaderos filósofos , conoceremos todos tan claramente como es dado al
genio del hombre.

CARTA

VII.

PLATÓN Á LOS PARIENTES Y AMIGOS DE DION, SABIDURÍA.

Os habéis propuesto en vuestra carta convencerme de
que abrigáislos mismos propósitos que Dion, y me invitáis á que me asocie á vuestros designios con todo mi poder
depalabray de hecho. Si realmente participáis de las ideas
y proyectos de Dion, podéis contar conmigo; de lo contrario, tengo necesidad de pensarlo. ¿Cuáles eraif estas
ideas y estos proyectos? No los conozco por meras conjeturas, sino que tengo de ellos un conocimiento exacto.
Cuando fui la primeravez á Siracusa, Dion tenia como
cuarenta años, la misma edad que tiene hoy su hijo Hiparinos, y desde aquel momento tuvo el pensamiento, que
jamás ha abandonado, de hacer libres á los siracusanos y
darles sabias leyes. No me sorprendería que alguna divinidad haya inspirado el mismo pensamiento político al es-

Platón, Obras completas, edición de Patricio de Azcárate, y tomo 11, Madrid 1872

295plritu del hijo. ¿Cómo Dion habia llegado á formar este
proyecto? Vale la pena de que lo sepan jóvenes y ancianos, y os lo voy á referir desde su principio, puesto que
las presentes circunstancias hacen que sea muy oportuna esta historia.
Siendo joven, incurrí en los mismos errores en que incurren la mayor parte de los jóvenes. Me lisonjeaba la
idea de que el dia que llegara á ser dueño de misacciones, tomaría parte en la cosa pública. La situación en
que en aquellos momentos se hallaba el Estado era la siguiente. Como habia un gran número de descontentos, se
hizo necesario un cambio, y á la cabeza de esta revolución se pusieron cincuenta y un magistrados, once en la
ciudad, diez en el Píreo para la dirección de los negocios
de la plaza pública y de la administración civil, y los
treintarestantes se encargaron del poder soberano. Algunos de mis parientes y de mis amigos eran del número de estos últimos, y me Ifamaron muy pronto para
que desempeñara funciones que creían que me convenían.
Lo que me sucedió, nada tiene de extraño, si se tiene en
cuenta mi juventud. Creía que estos hombres gobernarían
el Estado, haciéndole pasar de las vías de la injusticia á
las de la justicia, yen este concepto no perdía de vista ni
sus personas, ni sus acciones. Pero hé aquí con lo que me
encontré apenas ocuparon el poder. El gobierno anterior,
comparado con el suyo, parecía una verdadera edad de
oro. Entre otras fechorías mandaron á Sócrates, mi anciano amigo, á quien no temo proclamar el más j usto de
los hombres de este tiempo, que fuera con algunos otros á
apoderarse por la fuerza deun ciudadano que habían
condenado á muerte, queriendo de esta manera que Sócrates se hiciera su cómplice, quisiera ó no quisiera. Pero
Sócrates no obedeció, prefiriendo exponerse á todos los
peligros antes que asociarse á sus crímenes. En vista de
todos estos desórdenes y de otros hechos ígualmenre odio-

Platón, Obras completas, edición de Patricio de Azcárate, y tomo 11, Madrid 1872

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SOS,me alejé indignado, para no ser testigo de tantas
desgracias.
Poco tiempo después los treinta cayeron, y con ellos las
nstituciones que habían establecido. Entonces, aunque
con menos vivacidad, se despertó en mí de nuevo el deseo de mezclarme en los negocios y en la administración
pública. Pero en esta época, como en todos los tiempos de
revolución, pasaron cosas deplorables; y no hay que...
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