Premio Epistolar
Tan lejano en el tiempo queda el recuerdo de vuestra presencia, que yo perdido en esta habitación blanca, higienica y estirilizada hasta el fin, ya no recupero el recuerdo que de vos tengo.
Entre desmayo y desmayo, cuando no ocupado por el dolor insufrible que no obstante me aferra a la vida con desperanza, veo vuestra cara morena, sonriente y feliz.
Algunosmedicamentos sin embargho os dibujan como morena, enfadada y crisposa la myoria de las veces, y mientras yo perdido en mí, no dejo de soñar aunque ya no recuerde a que sueño quedarme
Mi querida, mi niña, mi esposa:
Tan solo al pie de mi casa, nada más salir de ella ya me sasalta loco y sin rumbo ninguno el recuerdol. El mio, el tuyo, el de nosotros. El asiento de piedra que tantos añoscompartimos me espera, me espera con tú imagen sonriente, pequeña, rubia y aparentemente sin final de nuestro principio.
No respiro hondo, es undolor viejo, ya casi amigo, que me mantiene vivo. En la piedra, en el poyo, en el asiento de piedra que yo veo desde mí leche tú recuerdo juega con dos niños, los nuestros, los ganados, los perdidos ya quedaron atrás. En tú recuerdo, que sonrie ttriste, mirando a nuestos hijos, hay una huella de tristeza, de pena insufribvle que solo pueden sentri las madres cuando entierran al hijo, al que sea,a los que sean. Tú mirada fuerte y decida tiene una sombra de dolor llevadero. En ese momento mías abrazos ya iban perdiendo poder y buscaban cada vez más el aferramiento vital de quien se ahoga y se agarra a lo que sea para salvar su vida, para sentirse parte de algo, para ser una vida más que respira. Todo ello tú me lo dabas, en cada abrazo, en cada beso, en cada caricia. Mi vida de aquel,...
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