RECUNCAR

EL MEJOR DÍA DE MI VIDA

Si te la encuentras y ella te pregunta
dile que estoy ahora mejor que nunca
que hay otra chica ya
aunque no sea verdad
me llamará.
(No quiero que me veas esta noche,
Enrique Urquijo)

El traqueteo, las paradas intempestivas en medio de un túnel y los continuos frenazos del metro se hacen insoportables. O inexperto en prácticas o estamos volviendo a losinsufribles furgones de los años 80. O la crisis, los recortes y sus protestas, que es la argumentación más recurrida en estos tiempos. Un variopinto muestrario de razas, edades y profesiones se distribuyen por los asientos de un coche en el que se amalgama una temperatura sofocante. Y eso que estamos casi en invierno. Pero da igual. El calor humano se expande con ‘apasionada’ energía por todos losrincones del departamento. Con mi viejo ipod a buen recaudo, voy escuchando música de Enrique Urquijo. ¿Por qué me dices que va a ser distinto si luego vuelve a ser lo mismo? Llevo tiempo con la mirada perdida, aunque los últimos minutos la susodicha se posa en dos jóvenes que simulan muy bien un noviazgo prematuro e impulsivo. Saben que son observados. Quizá, por eso mismo, se empeñan en mostrarsólo una relación de besos apresurados y torpones, intercalados con risas y frases inconexas. ¿Qué tengo que ser para ser algo? Para quererte sólo valgo.
Súbitamente se sienta a mi derecha una atractiva mujer. Es inevitable una evaluación inicial. Susto morrocotudo. Noto su respiración entrecortada y convulsa, al igual que un perfume envolvente y embriagador. Parece que le va a estallar el pecho.Sus escalofríos, casi espasmos, delatan excitación y nerviosismo. Coloca sobre sus piernas, perfectamente juntas y ligeramente ladeadas, un bolso con ademán brusco, como queriendo descargar sobre dicho apéndice femenino toda la ira que reprimen su cuerpo y su mente.
―Hoy es un día nauseabundo.
Mientras pronuncia ese calificativo, mira primero al suelo y posteriormente a sus pies. Todo enorden, piensa. No hay que perder nunca la compostura, deduzco que pasa por su cabeza en ese mismo instante. Se quita las gafas para limpiarlas con frenética fricción. Se han empañado. Mientras realiza esta acción sus enrojecidos e hinchados ojos mueren en un infinito con forma de ventanilla de cristal. Se las vuelve a poner.
―Repulsivo, inmundo y deleznable; sentencia.
Esto me lo dice a mí, o esocreo, sin hacer el más mínimo gesto de complicidad. Su resuello, hierático y febril a la vez, va calmándose de modo gradual. Posteriormente, su mirada se clava con repentino desasosiego en un inicio de carrera a la altura del empeine que vislumbra en sus medias negras de seda. Mejor no tocar. En un primer análisis visual, parece que va lujosamente vestida, pero una segunda mirada más concienzudano soporta tal apreciación. La ropa que lleva es nueva, pero de una cadena de ropa conocidísima. Los que sí son de cierto lujo son los complementos que culminan una natural elegancia algo caduca ya. ¿Qué hace una chica como tú en un sitio como éste?, me pregunto con cierta sorpresa. Esta situación debería producirse en un taxi camino del aeropuerto, por ejemplo, y no en un bochornoso vagón demetro un 28 de diciembre, día de los Santos Inocentes. Desabrochado el abrigo, éste deja entrever un traje negro recto con un escote más bien recatado y con un pequeño lazo centrado a la altura de los pechos. En la voz se percibe que ha llorado recientemente. Transmiten sus prendas el frío y la humedad de la calle. Poco a poco va entrando en calor, a la par que dominando la situación; y, con ungesto sensual con los labios, se vuelve a quitar las gafas ―esta vez de manera definitiva― dejando al descubierto unos felinos ojos verdes, que por unos instantes descansan en los míos. Yo, un poco sobrecogido por sus hasta ahora dos escuetas frases, y en demasía por su gesto, asiento con la cabeza inconscientemente mientras la interrogo con mis intimidados ojos.
Es evidente que comienza a...