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Por aquellos tiempos, el mundo sufría el azote de la viruela, una enfermedad terrible que provocaba la muerte a muchas personas y aquellos quesobrevivían quedaban marcados para siempre.
Desde la antigüedad la viruela había sido un azote para la humanidad y algunas culturas habían desarrollado medios rudimentarios de lucha contra ella. Lacultura china recogía los restos secos de las pústulas de los enfermos y los hacía aspirar por las personas sanas para proporcionarles inmunidad. Esta práctica ancestral llegó a Europa en el siglo XVII.Los turcos y los griegos habían descubierto que los fluidos extraídos de las pústulas de la viruela, cuando eran introducidos en la piel de una persona sana, ésta experimentaba en muchos casos unepisodio leve de la enfermedad y quedaba inmunizado. Desgraciadamente no siempre era así y había personas que morían tras la inoculación.
Cuando Jenner comenzó a practicar la medicina, se había extendidola práctica de la inoculación con pus de enfermos, a pesar del riesgo que ello suponía para muchas personas.
Un hecho curioso atrajo la atención del joven médico: había observado que las vacastambién sufrían una enfermedad parecida y, a veces, infectaban a las personas que trabajaban con ellas. No obstante, para suerte de las personas infectadas, la viruela de las vacas era de carácter benigno ylas personas enfermas no tardaban en recuperarse con muy pocas secuelas. Lo que verdaderamente llamó la atención de Jenner fue que estas personas no eran infectadas por la viruela humana.
Jenner...
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