Simulacros

Páginas: 46 (11324 palabras) Publicado: 26 de agosto de 2015

Simulacros

 
Don Benito era un pobre gaucho muy dado a la bebida. No tenía campo, ni hacienda, ni ganas de tenerlos, y bien podía haber sequía o crecidas, para él era lo mismo, pues cuando donde se hallaba las cosas andaban mal, echaba por delante los zainos y se mandaba mudar a otros pagos.
La sempiterna conversación de los hacendados sobre la lluvia y el buen tiempo lo tenía fastidiado, ysi algún vasco ovejero le preguntaba si, a su parecer, pronto tendrían agua, solía contestar que con tal que no faltase la caña, no había por qué afligirse.
Una noche volvía a su guarida medio bamboleándose en el caballo, cuando, a la claridad de la luna, vio relucir en el pasto un objeto desconocido. Se apeó, lo alzó, lo miró, lo echó en el bolsillo del saco, y volvió a subir en el mancarrón.Hacía como dos meses que no llovía; el cielo estaba más despejado que nunca, y, cosa rara, mientras alzaba el objeto y lo miraba rápidamente, se lo ponía en el bolsillo y volvía a montar, llovió un rato, cesó de llover, volvió a caer agua y paró otra vez.
—¡Oh! —pensó el gaucho—, ¿qué será esto? ¡Y moja esta agüita!... Lindo para el campo; les gustará a los vascos.
Y se fue; llegó al rancho, desensillóy colocando en una mesa el hallazgo, durmió como una piedra.
Al día siguiente, ya algo compuesto, volvió a mirar el objeto con más atención y pensó que debía de ser una de esas cosas como había visto en una estancia, para hacer llover : mómetro, rarómetro, no se acordaba bien.
—Y así es, no más, de fijo —murmuraba don Benito, acordándose que cuando lo encontró cayeron dos aguaceritos, cortitos,pero tupido uno de ellos.
Este debía de ser de los buenos. Los hay que sólo sirven —según dicen— para marcar el tiempo que hace y el calor que hay; pero no hacen llover; y con tiritar o sudar y mirar el cielo, ya uno lo sabe todo; éste era otra cosa.
Para probarlo, salió al patio con la prenda. Era una tablita de metal, angosta y larga, con un tubito de vidrio en el medio, lleno de un líquido que,al menor movimiento, iba y venía.
Don Benito la tenía horizontalmente en la palma de la mano y la miraba con mucha atención, sin encontrarle nada de particular; sólo que, en vez de tener como la que antes había visto, rayitas y números, no tenía más que una muesquita en una de las puntas.
De un movimiento brusco la enderezó poniendo la muesca abajo, y en seguida empezó a llover a cántaros.Sorprendido por el agua, corrió al rancho, llevando ya horizontalmente la tablita, y antes que llegase a la puerta, que estaba cerquita, ya no llovía.
—¡Caramba! —exclamó.
Y volviendo a salir, enderezó otra vez la tablita, siempre con la muesca por abajo, y volvió a llover: la puso después con la muesca para arriba, y no solamente dejó de llover, sino que empezó a soplar un viento que todo lo secaba,mientras el sol se ponía ardiente; la colocó por fin en la palma de la mano, y el día se hizo apacible, primaveral. Hizo entonces con la tablita todos los movimientos posibles, y pudo comprobar que según ellos, o se desencadenaban los elementos y llovía torrencialmente, o llovía despacio o dejaba de llover y soplaba el viento con suavidad o con violencia. Y el gaucho se divirtió un gran rato conmover la tablita, ora despacio, ora bruscamente, por un lado y por otro, poniéndola de repente en las posiciones más contrarias, de modo que toda la vecindad, y esto en un radio de cincuenta leguas de pampa, más o menos, habría podido creer, de seguir el juego, que los elementos se habían vuelto locos y que estaba ya cercano el fin del mundo. Todos los trabajos habían quedado suspendidos, no sabiendoya la gente asustada qué hacer ni qué pensar.
Por suerte duró poco, pues don Benito, bien enterado ya del poder extraordinario de la tablita de metal que tan casualmente había encontrado, pensó que algo más tenía que hacer con ella que divertirse, y resolvió ver si podía sacar para sí algún provecho de esas benéficas lluvias, de que a cada rato solían decir todos que eran patacones, y que según...
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