sistemas
Graciela Beatriz Cabal.
Me la encontré en el patio.
En el mismísimo patio de mi casa, caída al lado de la maceta del pinito.
Parecía dormida. ¿O acaso estaría muerta?
Por suerte era de noche y pude verla en seguida: las hadas brillan en la oscuridad.
Yo nunca había visto un hada tan de cerca.
Es más:yo nunca había visto un hada.
Por eso me asusté. Y corrí a buscar a mi mamá.
— ¡Eh, mamá! ¡En el patio hay un hada!
Pero mi mamá estaba mirando la película de la tele.
—Te felicito, Nanu —me dijo—. No te lastimes. Nada más me dijo.
Justo entonces mi papá llegó del trabajo.
—No me vas a creer, papá, pero... ¡en el patio hay un hada! Mi papá me miró serio. — ¿Otra vez con jueguitos demujeres, Nanu? Te dije que no me gusta... Siempre lo mismo en mi casa. De nuevo iba a tener que arreglármelas solo.
No, solo no. Había alguien que sí me iba a ayudar...
Pero antes tenía que colocar al hada en lugar seguro.
Aprovechando que estaba tan quieta, traje la linterna y la lupa y la miré
bien: era lindísima, como las que aparecen en los dibujos animados y en los libros de cuentos que tienemi abuela.
(Yo, cuentos de hadas, no tengo en mi casa, porque mi papá no quiere. "Cosas de nenas, los cuentos de hadas", dice mi papá.)
Lo que más me gustó del hada fue su pelo, largo y dorado. Y sus pies desnudos.
Cuando me animé a tocarla, apenas con la punta de los dedos, me pareció sentir que latía.
Con mucho cuidado, la sujeté por las alitas, tratando de que el polvo dorado no se mequedara en los dedos: eso es fatal, por lo menos para las mariposas.
Después la dejé apoyada sobre una hoja ancha y lustrosa.
Luego subí, me encerré en mi cuarto y marqué el número de la abuela Emma.
—Soy Nanu, abuela —dije en voz baja—. Y no sé qué hacer, porque aquí, en el patio, hay...
—Un hada.
— ¡Un hada, sí! ¿Cómo lo adivinaste?
—Psss... ¿Ya saben algo en tu casa?
—Lo intenté. Lesconté, pero no me hicieron caso...
—Era de suponer. ¿De qué tamaño es ella?
—Y..., no sé... Como un dedo mío, diría yo.
— ¿Un dedo grande o un dedo chico?
—Chico, abuela.
— ¿Del pie o de la mano?
— ¡Ay, abuela, de la mano!
— ¿Color de las alas?
—Doradas. Y transparentes.
—Bien, bien, bien. Seguro que es un áurea diminuta.
— ¿Una qué, abuela?
—Nada... Por ahora, no hables con nadie delasunto, podría ser muy peligroso: mañana a primera hora estoy por ahí. Espero llegar a tiempo. Adiós.
1— ¿Cómo "adiós", abuela? ¿Y qué hago mientras tanto con el hada?
—Que se quede tranquila y quieta en un vasito limpio de boca ancha. Ah, y con una buena provisión de tréboles tiernos. ¡Quién sabe desde cuando no prueba bocado!
—¿¿Tréboles tiernos?? ¡Es de noche, abuela! ¿De dónde saco yotréboles tiernos?
— ¡Ay, Nanu, Nanu! Si no fuera por tus orejitas en punta, dudaría de que soy tu abuela... ¡En cualquier maceta de cualquier patio de cualquier casa decente hay tréboles tiernos!
Y cortó.
De pronto tuve un horrible presentimiento: ¿y si al Toto, que era medio sanguinario, se le ocurría destripar al hada, como hace con las cucarachas y con los ratones?
(Comérsela no se la iba acomer: el Toto sólo come alimento preparado.)
Tropezándome con todo, corrí hacia abajo.
Mi mamá y mi papá, que miraban las noticias, se asustaron.
—No bajes corriendo, Nanu.
—Te dije que no me gusta.
116
Pobre Toto... Dormía muy pancho, en su canasta.
Siempre duerme, el Toto.
(Eso es lo que más me desespera de él: su haraganería.)
En cambio, el hada se había despertado. Y estaba sentadasobre la hoja, acomodándose una coronita minúscula que yo no le había visto antes.
— ¿Sombrero y caballito? —dijo el hada sin mirarme.
— ¿Qué cosa? —pregunté yo.
Y me quedé muy asombrado. Siempre había pensado que las hadas hablaban un idioma rarísimo: idioma de hadas. Por lo menos eso es lo que aseguraba la abuela.
— ¿O era caballo y sombrerito? —siguió el hada, moviéndose inquieta.
Yo no...
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