Sorpresas de la vida

¡Qué guardia tranquila! Pensamiento loco el mío. Nunca lo digas. Y de pronto, a correr.
Hace 6 meses me recibí y estoy estrenando mi título en una salita como médica generalista de guardia. De niña, siempre soñé con esta profesión. Mi padre, médico pediatra, dedicó su tiempo de trabajo a quienes más lo necesitaban, su amplia trayectoria lo hizo muy reconocido y recomendado. Persona bondadosa yhumilde como ninguna otra que haya conocido.
Yo solo quería ser como él.
Golpean la puerta pidiendo se atendidos primero, aunque no había nadie esperando. También se violentan verbalmente con la indefensa Gladys, la enfermera, que no podía reaccionar ante semejante situación.
Los padres de la nena de 14 años desesperados piden ayuda por los síntomas de “apendicitis” de su hija. Ya no saben cómoaliviarle el interminable dolor que padece desde hace unos días.
Trato de tranquilizarlos, aunque a esa altura parecía algo imposible, y les solicito que me dejen revisar a la paciente. O al menos intentarlo.
Entramos al consultorio y junto con la enfermera acomodamos cuidadosamente a la humilde María Laura en la camilla. Parecía no tener una articulación. Se la notaba muy tensa y ladesesperación de los padres no ayudaba mucho.
Pido que llamen urgente al Dr. Pedro, el interno de la guardia.
Comienzo revisar a la nena, pero con los fuertes gritos, insultos y empujones de los padres se me hacía muy difícil continuar.
Abdomen chato, pantalones ajustados, pulso acelerado, el dolor se incrementaba y yo no entendía nada.
Al llegar el jefe, trata de calmar la situación descontroladaque había en el consultorio. Un silencio respetuoso se adueñó de la sala por completo.
Solo con ver el cuadro de la paciente, el doctor parecía saber de qué se trataba.
Quita el primer botón del pantalón de María Laura y examina la zona del dolor. Pone una mano sobre la panza de la nena y otra sobre la frente, y le dice: Tranquila, todo va a estar bien.
Les pide a los padres que se retiren dela sala para hablar a solas con la niña. No estuvieron muy de acuerdo que digamos, pero creo que pensaron un momento en ella. A la pobre María Laura se le notaba su temor ante las preguntas. Las gotas de sudor comenzaron a caerle desde la raíz de su cabello. Sólo decía que le dolía la panza y no daba otras respuestas. Aunque en su cara se veía que algo más estaba sucediendo.
El Doctor, a quienadmiro por su experiencia y dedicación, pacientemente le solicitó a Gladys que ayude a la nena a quitarse la ropa, y mirándome, sin ningún gesto de sorpresa, me dice: prepare todo que va a nacer enseguida.
Esto es a lo que llamo: un sorpresivo parto.
Quedé boquiabierta y más que sorprendida, y solo me preguntaba donde puede tener un bebé en esa panza. No recuerdo haber leído esto en ningún librode medicina. Pedro se dio cuenta de mi desconcierto, sonrió y me dijo: anda y ya verás. Palabras sabias y tranquilizantes, justo lo que estaba necesitando.
Así dimos comienzo al nacimiento de un bebé que ya está en camino.
Traigo el material precario de un consultorio que se ubicaba al final del pasillo y casi no llego a tiempo, a pesar de apurarme. Me crucé con los padres en la puerta eintentaron preguntarme que le estaba pasando a su hija, supongo, yo solo atiné a mirarlos antes de cerrar la puerta. Sus rostros estaban transformados por el miedo que tenían. Parecía que la ira se estaba apoderando de ellos.
Dolor intenso el que seguramente sentía la niña. Y una sensación de que nada volvería a ser como antes.
Esos gritos ensordecedores y la cara de querer que todo se termine rápido,son muy difíciles de olvidar. Es solo una nena y que pronto se convertirá en una mamá.
Hace unos días, Maria Laura se encontraba en su casa jugando con su adorada muñeca de trapo y mirando los dibujitos, mientras su madre le preparaba la leche con unas ricas vainillas. Le encantan. Su padre le pone alma y vida a su trabajo de albañil para poder darle todos los días la comida a su hija.
Quien...