Stanislavski

La balada del zombi
(Digresiones sobre la tragedia)
—¿No me entiendes?
— Te entiendo. Pero al mismo tiempo me da asco entenderte.
El peso del mundo, Peter Handke

En 1886, Friedrich Nietzsche añade un breve ensayo de autocrítica a su tercera edición de El Nacimiento de la Tragedia. En este poderoso escrito, el filósofo alemán pone en entredicho sus hipótesis sobre la categoríade lo Dionisíaco, ataca el estilo ampuloso de la escritura, su carencia de limpieza lógica y sobre todo, insiste en la dificultad de resolver la problemática que supone el mito trágico en la época clásica. Reticente, parece disculparse por un exceso de Sturm und Drang, sin el cual jamás hubiese osado a escudriñar en el viejo baúl de la historia helena. Siendo ya el abuelo vesánico que dinamitó loscimientos de los grandes sistemas metafísicos, Nietzsche reconoce la ternura que despiertan sus empeños juveniles. A pesar del desencanto, llama la atención una nueva ráfaga de interrogantes donde el filósofo exhibe la aporía que sugiere la tragedia griega. ¿De dónde surgió ese anhelo del horror en una sociedad que se jactaba de poseer una salud inquebrantable? Una pregunta inquietante: “¿Existenacaso—una pregunta para médicos locos— neurosis de la salud?”; como remate la siguiente sugerencia, henchida de malicia y perversidad Nietzscheana: “¿Y si ocurriera que los griegos tuvieron, precisamente en medio de la riqueza de su juventud, la voluntad de lo trágico y fueron pesimistas?, ¿que fue justo la demencia, […], la que trajo las máximas bendiciones sobre la Hélade?” Este tipo decuestionamientos iluminan nuestra manera de observar el mundo y ofrecen un sitio distinto para especular en torno a la categoría de lo trágico. Si ya a finales del siglo XIX —abatido el pensamiento metafísico— esta inquietud se juzgaba inocente, ¡¿qué podemos decir ahora?!, metidos hasta el cuello en un sistema fracturado que canceló el intercambio orgánico del hombre y la naturaleza (afirmaciónjipiteca). Urbanitas, habituados al confort, al comercio líquido y a la promiscuidad de los lenguajes cibernéticos, nuestra estatura trágica está condicionada por la aceleración y la velocidad que caracterizan nuestro tiempo, como señala Paul Virilio en su Estética de la desaparición. En detrimento del entusiasmo ontológico, del idealismo trascendental, e incluso del humanismo universitario (ñoñosempiterno) y de la tradición ilustrada, creo que la medida de fatalidad que nos corresponde actualmente la establecen la abulia y el aburrimiento. La tediósfera, como se llama el blog del escritor Eduardo Huchín.
Casi toda la filosofía moderna identifica una contradicción inherente al sentimiento trágico. Para pensadores como Hegel y Schelling —expresado de un modo muy rudimentario— el conflicto surgeen la lucha entre la identidad de lo real y el largo camino que la separa del ideal; Nietzsche propone la duplicidad de lo Apolíneo y lo Dionisíaco, (o la traición socrática que fomentó la individualidad); Kierkegaard atribuye a la capacidad de autodeterminación del hombre su posibilidad de dar el salto y encarnar al héroe trágico; y otros, como Unamuno, desplazaron la tragedia al espacio decotidianidad donde se debaten la razón y la esperanza (la fe). En consecuencia a esta escueta progresión de parejas en conflicto, quiero proponer la superabundancia de estímulos y el catálogo infinito de alternativas de consumo, a la impresión incontrovertible de respirar el aire viciado de una humanidad exhausta tras una larga cadena de fracasos. En otras palabras: 500 canales de televisión y nadiesoporta el fastidio de estar repantigado en el sofá. Zapping existencial como estrategia de sobrevivencia.
El pensador español Jorge Fernández Gonzalo sugiere poner en circulación el concepto de “filosofía zombi”, el cual asocia con una etapa histórica específica donde la hiperestructuración de la mirada, la proliferación de lenguajes y los simuladores de lo real, han redefinido los vínculos...