tata

Páginas: 10 (2343 palabras) Publicado: 21 de noviembre de 2014
 
-¡Ni los ojos, Dorel…! No lleves ni tus ojos más allá del umbral de la casa, porque nunca se sabe dónde se esconde lo peor… ¡Y menos al atardecer!, que ya sabemos, Dorel, las calamidades que el atardecer esconde entre sus barbas rojas. Bien posible es que los moros ronden en busca de cabezas, que luego ahuecan para utilizar como cacerolas. Ya te dije que ellos lo hacen, ¿verdad?
– Pero…-¿Dices “pero”…? ¿Qué “pero” vas a oponer a las enseñanzas de María Petra? Nada de peros, ni de peras ni de Pérez… Recuerda que aquí los males son tan numerosos como las moscas. Y a propósito, ¿te he dicho ya de una nueva mosca que clava aguijones en el rostro del que duerme? Así es. Y a la mañana siguiente, despiertas con urticaria de color azul, ¡y pobre de ti si te la rascas! porque, entonces, elveneno de la mosca entra y va directo al corazón. Y en el propio y mismísimo corazón de la víctima comienza a formarse, ¿cómo te diré?, un barrio, una provincia, un país de moscas…
Dorel hizo un esfuerzo por tragar la comida que se llevaba a la boca. Y asintió con la cabeza, como siempre lo hacía.
María Petra, la propietaria del negocio de antigüedades más próspero de Valencia, tenía poco,poquísimo cabello. Y muchos, muchísimos fantasmas.
Por esa causa, mantenía cerradas las ventanas. Excepto, la vidriera donde se amontonaban los objetos que María Petra había comprado por unos pocos centavos, y que luego vendía con buenas ganancias.
La casa oscura de María Petra tenía el olor triste de los lugares donde nunca entra el sol. Y tenía también su propia música hecha con el chirriar de laspuertas, los crujidos del piso de madera, y el borboteo de una olla donde hervía eternamente algún té de yuyos.
María Petra salía de su casa solo una vez al mes. Caminaba tres cuadras y media, subía nueve escalones y llamaba a la puerta de su tía. Permanecía una hora exacta de visita y regresaba por el mismo camino. Aquella era la única vez que Dorel quedaba al frente del negocio de antigüedades. Ypodía perderse en sus propios sueños.
Era habitual, por ese entonces, la costumbre de criar un huérfano. Ofrecerle casa, comida, y algo parecido a un hogar, a cambio de trabajo. María Petra acostumbraba a hablar del asunto muy a menudo:
-Cada vez que recuerdo cómo estabas cuando te saqué del orfanato, Dorel… ¡Puro hueso y puro pensamiento! El pensar no es nada bueno, ¿ya te lo he dicho, verdad?-Sí, señora.
Pero aquel día, María Petra andaba con ganas de recordar.
-Tenías seis años y eras así de flaco, una ramita de tomillo. Pero te traje aquí, y te alimenté con caldo bien grasoso y puré de coliflor. Te enseñé a lustrar los objetos de metal, a lavar almohadas de plumas… ¡Y otras cosas preciosas que un niño como tú, tan sin gracia, nunca hubiese aprendido! Hoy ya eres un joven biencrecido, ¿tienes diecisiete, verdad? Y eres muy feliz. ¿No es así, Dorel?
-Así es, señora.
María Petra apartó el plato lleno de huesos que tenía frente a sí, y cruzó sobre la mesa sus brazos carnosos y blancos. Se sentía contenta de ser tan buena persona.
-Si hasta te permito recibir, cada sábado, la visita de ese maestrillo que viene con sus librotes a contarte que tal o cual río nace en tal ocual parte. Y que tal o cual animal tiene tales o cuales costumbres. Por mi parte, no puedo hallarle utilidad alguna a esos saberes. Pero a ti te gusta eso, ¿o no, Dorel?
-¡Sí, señora! ¡Eso sí! -respondió el joven que, por primera vez durante aquella conversación, pareció sincero y entusiasmado.
Para Dorel, aquella vida era la única posible. Sin embargo, el joven tenía un sueño poderoso. Y MaríaPetra estaba a punto de mencionarlo.
-Te diré que no has sido tan malo… Los hay peores que tú, eso es cierto. Jóvenes criados que hasta les roban a sus protectores. No eres tan malo, debo admitirlo. A no ser… -María Petra tamborileó con los dedos en la mesa-, a no ser por el famoso asunto de tocar el violín.
Dorel escuchó. Y se miró las manos. Un violín había llegado una vez al negocio de...
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