Tenemos que pasar el río (cuento)

AL OTRO LADO DEL RÍO
Tenemos que pasar el río, vos cojé a los niños y esperá para ver qué encuentro para pasar, no hagas bulla, que los pacos del otro lado son unos odiosos. Esperáme aquí, no te movas.
No Jacinto, no lo hagás, es muy tarde, está muy oscuro, quedate y mañana veremos como pasamos.
Ya te dije que no jodas, los chiquillos están conhambre y del otro lado nos esperan para ir a trabajar en la corta de caña, si no hubiera sido por estos chigüines, de fijo ya estaríamos del otro lado.
Pero Jacinto, aunque pasemos dónde vamos a ir con esa oscuridad.
Sos necia Juanita, ya te dije que del otro lado hay un pueblo llamado Poco Sol, donde con solo preguntar por Don Armando Jiménez, nos dan dormida y comida ensu finca y al día siguiente ya vamos camino a la hacienda donde la corta de caña dicen que es de las mejores y que la paga es muy buena, ya no me agüeves más con tus cosas, hay que aventurarse, de por si no tenemos para donde agarrar, no pienso volver ese tugurio en Masaya, o a trabajar solo por la comida, o será que a vos te gusta esa mierda de trabajar todo el día por una comida que no alcanzani para los chiquillos y al día siguiente jalar de nuevo para el trabajo con hambre, yo te dije que ya no más, del otro lado de fijo todo es mejor, los compas me lo han contado todo y además ya dí mi palabra de hombre que mañana estábamos ahí.
Pero como vamos a pasar, el río está crecido por los aguaceros de hoy y no veo en que pasar, los chiquillos están llenos de frío, mojados, porqué no buscamos algo para esperar, un techo, no se algo para que el rocío no nos pegue.
No, ya me jalo, voy a bordear por aquí para ver que hay y si algún tronco me gano, pues lo usamos para pasar.
En lo oscuro de la noche y bordeando el río, se perdió Jacinto entre las ramas de la orilla, no se oía nada más que la fuerza de la corriente color chocolate, un búho que conlos grandes ojos estaba sobre un árbol y hacía un sonido lúgubre, como diciéndole a Juanita “no vallás a ese río porque está bravo, no te arriesgués”. Esto y muchas cosas más pasaron por la mente de la joven madre, que angustiada esperaba el regreso de su compañero, esta espera estaba llena de desesperanza, invadía cada pensamiento la pasada del río, los niños que estaban pequeños, la correntada,el frío, los chunches que llevaban envueltos en una sábana, que eran los únicos que tenían o que les había quedado, después de que tuvieron que vender lo poco que tenían para emprender el viaje, el bus estaba muy caro y como eran 4 más difícil, los chicos uno de 5 y el otro de 6 siempre pagaban y nadie le ayuda a los que andan en esas cosas, por un momento pensó que de fijo nadie le ayudaba porquede fijo ellos están en las mismas, de viaje, sin plata y con una esperanza en un futuro del otro lado del río.
De tanto pensar la cosa y arropando con su cuerpo a los niños para tratar de calentarse, se quedó dormida al igual que los chicos, en el fondo solo sonaba el estruendo del río, como un fuerte recuerdo de lo que el agua con su fuerza arranca, el otro sonido era el de lastripas de los tres, que solo habían comido unas tortillas en la terminal de Managua, los niños ya a esta hora ni chistaban, el largo viaje y las incomodidades del mismo los habían acabado, así que ese sueñito estaba bien ganado para todos.
Al rato un estruendo la despertó, a lo largo se observaba la rayería de algún aguacero lejano, no había luna, ni viento, todo estaba más oscuro. Aldarse cuenta del tiempo que había pasado, empezó a temblar, pero no del frío, sino del terror de la soledad, en un lugar inhóspito, desconocido, ahora sola con los niños y con un río infranqueable por delante, que era necesario pasar, porque del otro lado estaba la esperanza de algo mejor.
Al mucho rato de pensar en esto y temblando todavía, divago en voz alta
Jacinto,...