Tercera Palabra
corresponde al porche del acto anterior visto desde dentro. A la derecha arranca la escalera
de gruesos barandales, y en primer término, chimenea de piedra con útiles de cobre. A la
izquierda, puerta en primer término y vestíbulo en el segundo.
Maderas patinadas y terciopelos rojos. Toda la casa sugierela agreste virilidad del padre,
suavizada por los bordados, los arambeles y la ternura de las tías.
Son las últimas horas de una tarde de otoño. Tía Angelina, sentada ante una mesa llena de
libros, cuerpos geométricos y apuntes al carbón, revisa encantada dibujos y cuadernos,
oyendo al señor ROLDÁN con la tranquila amabilidad de quien oye llover. El señor
ROLDÁN pasea agitado declamando.ANGELINA y ROLDÁN
ROLDÁN. - ¡Ah, eso sí que no! ¡hasta ahí podíamos llegar! Uno es capaz de comprender y
disculpar muchas cosas. Demasiadas. Pero para soportar esto haría falta toda la paciencia
franciscana de un benedictino, y yo no tengo vocación de mártir. ¿Me oye?
ANGELINA (cortésmente). - Encantada. Creo que se ha hecho usted un pequeño lío con
los benedictinos, los franciscanos y losmártires; pero en cuestiones religiosas yo soy muy
tolerante. Siga, siga. (Toma otro cuaderno.)
ROLDÁN. - Estaba diciendo que si mi opinión ya no significa nada en esta casa tendré que
presentar mi dimisión. ¿Qué otra salida puede tener una dignidad ofendida? ¡Sólo la
dimisión)
ANGELINA. - Sí, señor. ¡Muy bien!
ROLDÁN. - Señorita Angelina. ¿Me está oyendo, sí o no?
ANGELINA. - Perdón. ¿Decíausted...?
ROLDÁN. - Debí figurármelo. Hace media hora que le estoy presentando mi dimisión;
pero, ¿para qué? Cuando tiene delante los cuadernos de "su niño" ni una explosión de grisú
le haría volver la cabeza.
ANGELINA (atiende un momento). - ¿Qué me cuenta? ¿Ha habido en la casa alguna
explosión de grisú?
ROLDÁN. - Hasta ahora, no; pero si las cosas siguen así, no me extrañaría nada que lahubiera cualquier día.
ANGELINA. - Vamos, vamos, no hay que exagerar. Pablo podrá ser todo lo rebelde que
usted quiera, pero no me negará que es un muchacho encantador.
ROLDÁN. - ¿Le parece encantador entrar a caballo en mi despacho?
Angelina. - ¿No me diga...? ¡Es de diablo!.
ROLDÁN. - ¿Y le parece manera de llamarme, cuando estoy durmiendo la siesta, tirar
piedras a mis ventanas? ¡Ya no quedaun cristal sano en todo el pabellón!
ANGELINA. - ¿Sí? ¡Qué rico! Tiene que comprenderlo; son todas las cosas que no pudo
hacer de chico y que se le han quedado dentro. Usted mismo, cuando era niño, ¿no tiraba
piedras a los cristales? ROLDÁN- - Es posible, señora. Pero yo, cuando era niño, no tenía veinticuatro años. ¡Y si
fueran solos los cristales!
ANGELINA. - ¿Hay algo más?
ROLDÁN, -Todo; esos gritos montaraces de pastor, esa falta de respeto a las personas
sensatas, y sobre todo esa manera terrible de decir siempre lo que piensa.
ANGELINA. - Eso sí; es un vicio que no hay manera de quitarle. Cuando habla de usted no
conseguimos que diga el señor administrador". Siempre dice: "ese viejo zorro".
ROLDÁN, - ¡Ahí voy yo! ¿Por qué ese odio contra mí?
ANGELINA (embebida en sucuaderno). - ¡Es maravilloso
ROLDÁN - ¿Ah, le parece?
ANGELINA. - Las cosas que se le ocurren, y esta manera tan suya de decirlas. Y la letra,
¿se ha fijado? Es la misma de ella, pero con la mano de un hombre. Dígame. ¿Europa es
con minúscula?
ROLDÁN. - Con mayúscula.
ANGELINA. - Me lo estaba temiendo. Y América también,¿verdad?
ROLDÁN. - Naturalmente. ¿Por qué va a ser América menos queEuropa?
ANGELINA. - Es curioso: todas las cosas grandes las escribe con minúscula y en cambio
"Mujer" siempre con mayúscula. ¿Se da cuenta de lo que significa esto?
ROLDÁN. - ¡Cómo no! Tres faltas de ortografía.
ANGELINA. -. De ortografía, quizá; pero, ¡qué galantería natural!
ROLDÁN. - Era lo que me faltaba oír. Ese energúmeno, ¡un ejemplo de galantería! ¿Cree
que así como está se le puede...
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