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hemos de tomarlo tan a pecho? Vaya, ése es un pecado contra el Cielo, una ofensa a los muertos, y que desde el primer difunto hasta el muere hoy no ha cesado de exclamar: ‘’ ¡Así ha de ser!’’. Os rogamos que moderéis ese inútil desconsuelo y nos miréis como un padre… En cuanto a vuestra intención de volver a la Universidad Wittenberg, nada hay más opuesto a nuestros deseos, y os suplicamos queconsintáis en permanecer aquí, bajo la alegría y deleite de nuestros ojos, como el primero de cortesanos; sobrino e hijo nuestro.
REINA.- No sean vanos los ruegos de tu madre, Hamlet. Te suplico permanezcas con nosotros; no vayas a Wittenberg.
HAMLET.- Haré cuanto esté de mi parte por obedeceros, señora.
REY.- ¡Bien, he ahí una respuesta amable y respetuosa! ¡Sed cual Nos mismo en Dinamarca!Señora, venid; esa noble y espontánea decisión de Hamlet se posa risueña en mi corazón; ¡Vamos allá! (Trompetería. Salen todos, men
HAMLET.- Nada de eso, señor mío; me da demasiado el sol.
REINA.- Querido Hamlet, arroja ese traje de luto, y miren tus ojos como a un amigo al rey de Dinamarca. Ya sabes que ésta es la suerte común: todo cuando vive deber morir, cruzando por la vida hacia la eternidad.HAMLET.- Sí, señora; es la suerte común.
REINA.- Pues si lo es, ¿por qué parece que te afecta de un modo tan particular?
HAMLET.- ¡‘’Parece’’, señora! ¡No; es! ¡Yo no sé parecer! ¡No es sólo mi negro manto, buena madre, ni el obligado traje de riguroso luto, ni los vaporosos suspiros de un aliento ahogado, lo que pueda indicar mi estado de ánimo! ¡Todo esto es realmente apariencia
BERNARDO.-¿Quién está ahí?
FRANCISCO.- ¡No, contestadme a mí! ¡Alto y descubríos!
BERNARDO.- ‘’ ¡Viva el rey!’’ (Seña de aquella noche)
FRANCISCO.- ¿Bernardo?
BERNARDO.- El mismo.
FRANCISCO.- Llegáis muy puntualmente a vuestra hora.
BERNARDO.-Acaban de dar las doce. Vete a dormir, Francisco.
FRANCISCO.- Muchas gracias por el relevo. Hace un frío cruel y estoy delicado del pecho.
BERNARDO.- Está bien;buenas noches. Si halláis a Horacio y Marcelo, mis compañeros de guardia, decidles que se den prisa.
FRANCISCO.- Me parece oírlos. ¡Alto! ¿Quién va?
Entran HORACIO y MARCELO
HORACIO.- ¡Amigos del país!
MARCELO.- ¡Y vasallos del rey de Dinamarca!
FRANCISCO.- Os doy las buenas noches.
MARCELO.- ¡Oh, adiós, pundonoroso militar!
(Sale FRANCISCO)
BERNARDO.- ¡Bienvenido, Horacio! ¡BienvenidoMarcelo!
MARCELO.- Y qué, ¿se ha vuelto a aparecer eso esta noche?
BERNARDO.- Yo no he visto nada.
MARCELO.- Dice Horacio que todo es pura ilusión nuestra, y no quiere creer lo referente a esa espantosa aparición que hemos visto ya en dos ocasiones.
MARCELO.- ¡Bah! No vendrá.
BERNARDO.- Siéntate un rato para que veas lo que hemos estado diciéndote lo que hemos visto estas dos noches.
HORACIO.-Vaya, pues, sentémonos, y a ver qué nos cuenta de eso Bernardo.
BERNARDO.- La noche pasa, Marcelo y yo, a tiempo que el reloj daba la una…
Entra la SOMBRA
MARCELO.- ¡Silencio! ¡Ahí viene otra vez!
BERNARDO.- ¡Es la misma figura, semejante al rey de difunto!
MARCELO.- ¡Háblale, Horacio, tú que eres hombre de letras!
HORACIO.- ¿Quién eres tú, que así usurpas esta hora a la noche, y en formaintrépida y marcial del quién en vida fue rey de Dinamarca? ¡Por el cielo te conjuro que hables!
MARCELO.- ¡Está enojado!
BERNARDO.- ¡Mira, se aleja solemne!
HORACIO.- ¡Detente! ¡Habla, habla! ¡Te conjuro que hables! (Sale la SOMBRA)
MARCELO.- ¡Se ha ido sin querer contestar!
BERNARDO.- ¿Qué tal, Horacio? ¡Te veo temblar y palidecer! ¿Era esto más que fantasía?
HORACIO.- ¡Por Dios, que jamáslo hubiera creído sin verlo con mis propios ojos!
MARCELO.- ¿Verdad que se parece al rey?
HORACIO.- ¡Como tú a ti mismo! Tal era la armadura que llevaba cuando combatió al ambicioso rey noruego. Es asombroso.
MARCELO.- Pues ya en dos ocasiones, y justamente a esta hora de silencio mortal, ha pasado marcial continente por delante de nuestra guardia.
HORACIO.- No sé a punto fijo qué pensar...