Umberto Eco "Lo Comico Y La Regla"

Páginas: 13 (3139 palabras) Publicado: 22 de noviembre de 2012
Lo cómico y la regla

Umberto Eco

De todas las preguntas que constituyen el panorama problemático de lo cómico, me limitaré aquí
a una sola, por razones de tiempo, y daré por descontadas las demás. Puede ser que la pregunta
esté mal formulada y que, en definitiva, pueda rehusarse propiamente en tanto que pregunta. Lo
cual no quita que constituya por sí misma un endoxon que hay que teneren cuenta. Por burda
que sea, contiene algún germen de verdad problemática.

Se dice que lo trágico (y lo dramático) son universales. A muchos siglos de distancia, sufrimos aún
con las vicisitudes de Edipo y de Orestes y, aunque sin compartir la ideología de Homais, sigue
conmoviéndonos la tragedia de Emma Bovary. En cambio, lo cómico parece ligado al tiempo, a la
sociedad, a la antropologíacultural. Comprendemos el drama del protagonista de Rashomon,
pero no entendemos cuándo y por qué ríen los japoneses. Cuesta su trabajo encontrar cómico a
Aristófanes, y hace falta más cultura para reír con Rabelais que para llorar con la muerte de
Orlando paladín.

Puede objetarse, es cierto, que existe un cómico «universal»: la tarta estrellada en la cara, la caída
en el barro del MilesGloriosus, las noches en blanco de los maridos rechazados de Lisístrata. Pero
en este punto podría decirse que lo trágico que perdura no es sólo lo trágico universal (la madre
que pierde al hijo, la muerte del amado o de la amada), sino también lo trágico más
particular. Aun sin saber de qué se le acusa, el Sócrates que se extingue lentamente de los pies
hacia el corazón nos hace estremecer,mientras que sin una licenciatura en letras clásicas no
sabemos exactamente por qué el Sócrates de Aristófanes deba hacernos reír.

La diferencia también se da al considerar obras contemporáneas: todo el mundo se estremece
viendo Apocalypse Now, cualquiera que sea su nacionalidad y su nivel cultural; mientras que para
Woody Allen hay que ser bastante culto. Danny Kaye no siempre hacía reír;Cantinflas, el ídolo de
las plateas mexicanas de los años cincuenta, nos ha dejado indiferentes; los cómicos de la
televisión norteamericana son inexportables (¿quién ha oído hablar de Sid Caesar?, ¿ha tenido
éxito entre nosotros Lenny Bruce?), como también, por otra parte, son inexportables a muchos
países Alberto Sordi o Totó.

Por lo tanto, no basta con decir, reconstruyendo parte delAristóteles perdido, que en la tragedia
asistimos a la caída de un personaje de condición noble, ni demasiado bueno ni demasiado malo,
con el que se puede simpatizar, ante cuya violación de la regla moral o religiosa experimentamos
piedad por su destino y terror por la pena que le alcanzará y que podría alcanzarnos también a
nosotros, de tal modo que al final su castigo sea la purificación de supecado y también de
nuestras tentaciones; como tampoco basta con decir que en lo cómico nos hallamos ante la
violación de una regla por un personaje inferior, de carácter animalesco, frente al cual
experimentamos un sentimiento de superioridad que nos impide identificarnos con su caída, que,
de todos modos, no nos conmueve pues su desenlace será incruento.

Tampoco podemos contentarnos con lareflexión de que, ante la violación de la regla por parte de
un personaje tan distinto a nosotros, no sólo experimentamos la seguridad de nuestra propia
impunidad, sino también el gusto de la transgresión por persona interpuesta: el personaje paga
por nosotros y así podemos gozar por procuración de la transgresión de una regla que, en el
fondo, deseábamos violar, pero sin correr ningún riesgo.Todos estos aspectos funcionan
indudablemente en lo cómico, pero, si fueran éstos los únicos aspectos, no podríamos explicarnos
por qué se verifica esa diferencia de universalidad entre los dos géneros rivales.

El problema, por tanto, no reside (solamente) en la transgresión de la regla y en el carácter inferior
del personaje cómico, sino en la pregunta siguiente: ¿Cuál es nuestro...
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