Una noche de primavera sin sueño

Páginas: 65 (16082 palabras) Publicado: 22 de abril de 2013
EMPIEZA LA ACCIÓN
MARIANO.—(Desabridamente.) Alejandra..., son las tres... (Mirando el reloj de pulsera.) ¿Sabes? ¡Las tres!
ALEJANDRA.—Ya lo he oído.
MARIANO.—Sabes perfectamente que yo tenía el propósito de madrugar.
ALEJANDRA.—Muy bien. Acuéstate. Yo no te lo impido, Mariano.
MARIANO.—¡Ah! ¿Tú no me lo impides? ¡Qué mujer! ¡Qué mujer! De manera que tú no me lo impides... ¿Quién estállorando desde la una y media? ¿Quién está fabricando ataques de nervios desde la una?
¿Quién está gritando desde las doce menos cuarto? ¿Quién está
mascando pañuelos desde las once y diez?
ALEJANDRA.—(Con una mirada de desprecio.) ¡Mascando pañuelos! ¡Vaya una manera de expresarse!
MARIANO.—¡Mascando pañuelos! Pues ¿cómo voy a decirlo?
ALEJANDRA.—(Ocultando el rostro entre las manos.)¡Soy muy desgraciada!
MARIANO.—¡Hum! ¡En fin, ya estoy harto! ¿Lo sabes? ¡Harto! Me voy a acostar. Pero vas a prometerme que me dejarás dormir.
ALEJANDRA.—No piensas más que en dormir. Tienes los mismos ideales que las focas.
MARIANO.—¡Bueno! Hasta mañana. (Como quien toma una decisión súbita y definitiva, se quita el batín y las chinelas y se acuesta en el lecho de la izquierda.) Quedescanses... (Alejandra no contesta.) He dicho que descanses, Alejandra.
ALEJANDRA.—Ya me he enterado.
MARIANO.—¿Y no tienes nada que contestar?
ALEJANDRA.—Nada. Tú dices: "Que descanses", y a mí me parece bien. No tengo nada que contestar.
MARIANO.—¡Oh! ¡Es para volverse loco! (Se revuelve en la cama y
gruñe algo que no se entiende. Una pausa. Alejandra se levanta y va hacia el lecho queocupa Mariano, a cuyo lado permanece un rato en pie.)
ALEJANDRA.—Escucha, Mariano... Yo te aborrezco.
MARIANO.—Bueno.
ALEJANDRA.—Te aborrezco con verdadero aborrecimiento. ¡Te odio!
MARIANO.—Está bien. (Se vuelve del otro lado.)
ALEJANDRA.—Pero te odio de corazón, ¿sabes? ¡De corazón! (Mariano da una vuelta en la cama.) Vivir contigo es para mí un tormento irresistible.MARIANO.—¿Quieres dejarme dormir?
ALEJANDRA.—¡Ah! ¿Soy yo quien no te deja dormir?
MARIANO.—¡Esto es demasiado! ¡Es demasiado! (Se baja del lecho, vuelve a ponerse el batín y las chinelas y da unos pasos nerviosos por la habitación.) ¡Es demasiado!
ALEJANDRA.—(Suspirando.) ¡Ay! (Se sienta en el butacón de antes, con el gesto de una persona que se siente incomprendida.)
MARIANO.—¡Toda una noche, Señor! ¡Todauna noche de reproches variados, de llantos torrenciales y de ataques neuroepilépticos!... ¡Toda una noche de alternar las sales inglesas con el éter, y el éter con el vinagre, y el vinagre con el agua de azahar, y el agua de azahar con la tila, y la tila con el bromuro, y el bromuro con las sales
inglesas, y las sales inglesas con el éter, y así, sucesivamente, para acabar diciendo que no esella la que tiene la culpa de que yo no pueda dormir!... ¿Por qué fui tan estúpido? ¿Por qué el día de la boda no me escapé de la iglesia y subí a un taxi y me marché a Irún en el expreso?
ALEJANDRA.—Olvidas que el expreso de Irún sale a las nueve de la noche, y nosotros nos casamos por la mañana.
MARIANO.—¡Fui un idiota! ¡Fui un idiota!
ALEJANDRA.—Y desde entonces no has cambiado lo másmínimo, Mariano.
MARIANO.—Me parece, Alejandra, que, al tratarme, te olvidas de que te educaste en el Sagrado Corazón.
ALEJANDRA.—Y tú, por tu parte, también te olvidas de que te educaste con los Padres Escolapios.
MARIANO.—Yo tengo más motivos para empezar a olvidarme de eso,
porque salí del colegio diez años antes que tú.
ALEJANDRA.—Sí; fue un error. Hubieras necesitado diez años más.MARIANO.—Bueno, Alejandra; espero que no me obligarás a resucitar recuerdos infantiles a las tres y cuarto de la madrugada.
ALEJANDRA.—Tú fuiste el que empezó, hablando de mi colegio.
MARIANO.—¡Ea! Tendré que irme a la calle... Es inaudito lo que me sucede. No poder dormir... No poder hacer una cosa que está al alcance del hombre más humilde, del más pobre, del más desdichado... No poder...
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