universitario

La Abuela Felipa

Se sentaba en su banquito, bajo la parra del patio y con voz inquietante, misteriosa, secreta, la abuela Felipa nos susurraba sus historias. De pronto ya no estaba sentadosen los adoquines grandes, brillantes del patio de aquella casa de la calle Pieres, sino atravesando las mil y una noche entre príncipes y princesas, carrozas y hadas.
Otras veces, viajaba enun barco a tierras tan exóticas, tan coloridas, tan llenas de piratas, y algún vaso de algo rico me acariciaba el paladar con una torta frita que me hacía con sus propias manos.
Vestía ropassencillas con pañoleta y peinaba un largo cabello blanco, que recogía con un hermoso rodete.
A veces me contaba cosas de su niñez, trepándose a una carreta en medio de la soledad de una Pampade pastos verdes y desparejos, o desafiando un río caudaloso, o recorriendo un pequeño pueblo de Bragado.
No importaba cuantas veces la abuela reiteraba una historia. A través de sus palabrassusurradas y sus gestos, una y otra vez me encontraba en un nuevo destino.
Un cuento muy diferente de aquel que seguramente imaginaban, en ese mismo momento, mis primos o mi hermano, con quiencompartía historias, aventuras y protagonismo. Éramos cada uno a su manera, viajeros de la fantasía, pero tan imaginativamente reales que aquellos cuentos del mundo de ensueños, Caperucita,Blanca Nieves y los siete cisnes, los vivo en el mundo de hoy.
En cada partida siempre esta el deseo de que me los cuente otra vez, como cuando era chica.
No es nostalgia, es placer de volver avivir esos tiempos, en cada año que pasa, siempre está el deseo de volver a vivir los momentos de esos lugares dibujados en mi memoria, el placer de volver a sentir su voz suave y pausada y sumano acariciando mi cabeza. Y entonces, creo caminar sobre las nubes, se me eriza la piel de entusiasmo abuela Felipa Arias.
Te quiero mucho y te recuerdo
Martha Gladid
02/04/2006