variados

Para siempre fue una palabra QUE se convirtió en una promesa confirmada cada vez que nos susurrábamos en los oídos Frente a los demás. Ella juró, me dijo que antes de nacer el destino nos habia juntado, lo que éramos entonces era lo que siempre sería.

Augustus Waters.


“Ojala pudiera convertir mi cáncer en una metáfora: la dejo entrar en mi cuerpo, pero no permito que me mate. Perome está matando en este momento.

Ojala pudiera decir que no soy una granada, pero lo soy, todos los somos, en realidad. Gus era una granada, una granada que explotó y se llevó algo de mí. Se llevó a sí mismo, y él, a su vez, era parte de mí. Tan importante como lo son mis padres, tan importante como Un Dolor Imperial. Tan importante como yo misma. Y mira que, sin mí misma, yo no sería nada.Nadie, en realidad.

—¿Cuándo voy a volver a verte, Gus? —le pregunté, en un sueño. Se sentía real. Sentía mis lágrimas, y escuchaba mi voz, que sonaba como un murmullo al que le costaba pasar por mi garganta.

—Pronto—La voz de Augustus me alegró el corazón. Siempre soñaba lo mismo, y él nunca respondía. Sólo se quedaba ahí sentado, junto a mí, y yo no quitaba mis ojos de él, aferrándome a laidea de seguir recordando las facciones de su cara.

—¿Cuándo muera? —pregunté, y un escalofrío recorrió mi cuerpo. Sabía que no faltaba mucho. En realidad, quizás ya estaba muerta. En ese momento, no pude recordar en donde estaba. Si bien estaba soñando, no sabía dónde. ¿En mi casa? ¿Es el hospital? ¿O esto era real?

—Paciencia, saltamontes. No querrás parecer ansiosa… —imitó aquella vez, y yolloré más fuerte.

Hice un esfuerzo por responderle de la misma manera en la que él lo había hecho—: No, por eso te dije que cuando muriera. Quiero verte hoy mismo, mañana, y todo el tiempo que va a pasar hasta que muera. Pero estoy dispuesta a esperar si tú me dices que te veré allí.

Y luego, todo se tornó negro. Gus no estaba. No había nada, y yo no quería abrir los ojos. No quería ver unmundo sin él. No quería dejar de imaginarme sus ojos azules. No quería olvidar su rostro, ni el sonido de su voz. Pero sabía muy dentro de mí que eso era imposible. Era tan imposible como que yo tuviera hijos, viviera hasta los treinta, y estuviera acompañada por Gus. Tan imposible como que yo pudiera tener un infinito eterno, más largo del que tuve con él. Me conformaba y era feliz por el simplehecho de haber vivido un pequeño infinito con él, a pesar de haber sido perseguidos por la muerte, que estaba allí, recordándonos que ambos teníamos los días contados, aunque yo no la viera.

La sentía ahora. Y eso no me asustó en lo más mínimo. A pesar de que Augustus no me había confirmado que lo vería en el más allá, mi corazón latía apresurado por el simple hecho de que eso podría pasar. Metranquilicé; no quería morir aún, no sin despedirme de mis padres. Mi corazón latió normal luego de unos segundos.

Una mano me apretó cariñosamente, y yo abrí mis ojos, dejando ir dolorosamente el recuerdo de sus ojos azules mirándome. Mi madre me miraba desde lo alto. Ella sonrió tristemente, y me dijo que el doctor hablaría conmigo, y que nos iríamos a casa.

El doctor me habló, y me explicólo que sucedería en estos días. Estás en tus últimas, eso era lo que el doctor me quería decir, pero seguía sin poder explicarse directamente.

Cuando salí, el dolor era un nueve, un irremediable nueve que, en cualquiera de estos días, se convertiría en un diez, y me dejaría sin oxígeno.

Me limité a pasar mis días con mis papás, y hablé con ellos. La muerte no me asustaba, me daba calma, medaba la certeza de que todo estaría bien, sin importar que pasara.

—Prométanme que seguirán adelante, prométanmelo—rogué, con un nudo en la garganta. No iba a ocultar la desesperación que sentía; yo quería asegurarme de que, lo que a mí me provocaba calma, no los matara interiormente a ellos. Me preocupaba por lo que sería de ellos sin mí.

Por un momento, quise hacer un pre-funeral, como...