Yerba Amarga

Yerba amarga

Con esta expresión Franz Kafka, el mejor retratista del fracaso humano, firmaba sus escritos esos días en los que la desesperanza y el aburrimiento hacía presa de su vida. Este hastíono debe ser muy diferente del que sienta cualquier persona que con un cierto interés se aproxime a la peripecia de Caja de Ávila en los últimos años. Amargura, absurdo, angustia (quizá) son lascualidades de lo que se entiende por kafkiano y que caen como un traje a lo ocurrido en la entidad. Porque se vista como se vista, Caja de Ávila ya casi no es Bankia y, además, ella y el resto de cajas queestaban en el proyecto, pueden tener el triste honor de ser las únicas entidades que, en poco tiempo, podrían no gestionar absolutamente nada. Una asamblea de 120 miembros y un consejo deadministración de 17 consejeros para gestionar la nada más absoluta. En este sentido, sería conveniente que nos dijeran si, en el contrato de integración, se dejó alguna dotación para obra social que permitaseguir manteniendo algunos proyectos.
El proceso ha sido bien sencillo: Caja de Caja de Ávila tenía el 2,33 por ciento de una entidad que se llamaba Banco Financiero y de Ahorro (BFA), que a su vez erael titular del 45 por ciento del capital de Bankia. De este modo, la antigua caja ya no gestionaba negocio financiero alguno y su único cometido era poseer esas acciones del BFA y el dinero que lescorrespondiera por los beneficios que pudiera dar Bankia, unos fondos que iba a gestionar como obra social. Lo ocurrido ahora recuerda el relato de La Metamorfosis: “Una mañana, tras un sueño agitado,Gregorio Samsa se despertó convertido en un monstruoso insecto”. Tras una larga noche de intranquilidad, la caja se encontró con que no era nada. Es posible que los expertos digan que esas accionesvalen cero o muy poco y el Gobierno se quede con el cien por cien del capital de BFA. Es decir, que ya no formarán parte de nada y, por lo tanto, no habrá beneficios a repartir, ni nada que gestionar....