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Persuadir y ser persuadido

De todas partes se regresa menos del ridículo. Es lo que debió pensar Ted Haggard, pastor evangélico estadounidense y destacado activista contra la homosexualidad y eluso de drogas, el día que la prensa descubrió que consumía metanfetaminas en compañía de un jovencito de 16 años cuyos servicios sexuales contrataba. Son los designios tartufos de la condición humana.Hay infinidad de ejemplos.

En el debate sobre la ampliación de la zona azul, el Partido Andalucista, ayuno de mejores argumentos, optó por desacreditar a los que de alguna u otra manera se habíanmostrado en contra de la ampliación de la zona azul. Su portavoz, Pepe Hurtado, quitaba hierro a las 600 alegaciones recogidas y presentadas por el PSOE contra la medida porque entre las firmas estabala de un señor con domicilio en Sevilla. Su secretaria local, Carmela López, despotricaba en la televisión local contra la concentración de protesta y llegaba a señalar que entre los asistentes habíaun señor que ni siquiera tenía coche. Se exprimieron el cerebro hasta llegar a la conclusión de que no estar empadronado en Utrera, o no tener coche inhabilita para estar en contra de la ampliaciónde la zona azul, sin tener en cuenta que el razonamiento, en caso de ser válido, inhabilitaría igualmente a los que están a favor. Coherencia argumentativa se llama la figura.

¿Y por qué les cuentotodo esto? Porque se da la circunstancia de que Pepe Hurtado no está empadronado en Utrera y de que Carmela López no tiene coche. Doble moral, dos varas de medir, hipocresía… Llámenlo como quieran.Es lo que pasa cuando se trata de desacreditar con falacias ad hominen, sin parar mientes en que ese recurso dialéctico, aparte de ser despreciable, exige una ejemplaridad a prueba de bombas.

Loque no se conoce, se teme. Y ese miedo a lo desconocido puede provocar reacciones violentas, o estúpidas. La manifestación contra la zona azul, o más bien su eco en los medios de comunicación, dejó en...