a la orilla de las estatuas maduras

Páginas: 17 (4135 palabras) Publicado: 27 de junio de 2014
Allí en el río era donde mejor estaba. Ni los sollozos de la tía Josefina que andaba siempre de un lado para otro quejándose del reuma, ni los gritos delgados de su madrina José María que no hacía más que darle con el chicote siempre que hacía
alguna diablura, ni los recados a casa del compadre, ni el tirapié del Juez, ni el rosario, ni nada.
Una cosa era estar al pié del zapatero con el“Cristo A.B.C.” entre las manos —la de la horqueta era la Y, la de los palos, la U— y otra cosa era estar a la orilla del río, con su tapón, esperando a la tórtola.
—Muchacho, anda a comprarme tachuelitas—, le habían dicho.
Pero él había comprado maíz. El zapatero se quedaría esperándolo. La vuelta era lo malo.Ya él conocía muy bien los rebencazos del tirapié. Dolían primero un poco; después le ibaquedando como una especie de picazón en todo el cuerpo; se
secaban las lágrimas antes de los sollozos, y el dolor se dormía. Al día siguiente se repetía la cosa.
Por el camino largo —sudor y sol— se había topado con
gente de campo. Que tuviera cuidado, le dijeron; andaba por allí
un toro suelto. Y, ahora, sentado allí entre el matorral, hacía sus
cálculos de huida. Había que estar alerta por siacaso caía por
allí el bicho. ¿Y qué? Nada tan fácil como subirse a un árbol.
¿A cuál? Miró aquí. Miró allá. Puso la vista en uno. Entre los
muchos que había del lado de acá, ése era el indicado. Estaba
sobre el agua en forma de arco y parecía que estuviera “tirándose
de cabeza” como lo hacía él cuando venía a bañarse con los
otros muchachos. El gran árbol tenía mucha fronda. Metía sus
ramasen el agua (¿para pescar?). Era fácil subir y acomodarse
allí, escondido entre lo verde mirando abajo.
La inquietud de probar —ya había probado tantas veces—
lo aferró por un brazo. Al fin de cuentas, no era malo ensayar.
Aquella vez —la culpa de El Ñopo— casi se rompe el cuello.
Se habían fugado todos de la escuela. Eran cinco: El Ñato, El
Ñopo Pedro, Goyo Gancho, Fulo Encuero y... ¿elotro? ¿Quién
era? No recordaba. El otro... ¡Ah! Sí, el Culizo. Andaban por
allí echándose abajo, desde el árbol al agua. La rama se fué
haciendo resbalosa. Él perdió el equilibrio. Y cayó, no en el
agua, sino en la tierra firme. El tanganazo fue padre. Desde entonces
le habían prohibido ir al río. Pero hoy se había fugado,
¡qué diablos!
Si el animal venía, él, de un salto, se treparía en elárbol. No
era malo probar. Se alzó. Se echó a correr y ¡pum! ¡Arriba!... El
árbol se meneó como un gran trampolín y sumergió sus ramas,
que sacó luego a flote chorreando agua. Se acomodó a caballo
sobre el doblado tronco —¿arco para qué flecha? ¿puente para
qué ruta?— lo zarandeó otra vez encaprichado y luego, pareciéndole
buena la prueba, bajo rápido. Se escondió nuevamente
entre losmatorrales y siguió preparando su tapón para cazar
palomas.
Goyo Gancho tenía un tapón que —¡púchas!— era tamaño
grande. Goyo Gancho sabía muchas cosas. Era su buen amigo.
Amigo para el río solamente o para robar mangos en la finca de
Chago López, porque en cuanto al tapón...
(¿Me lo prestas, Goyito? Voy al río no más y te lo traigo
como si náa...).
...no había querido ni dejárselo oler. Y no hubomás remedio
que hacer uno de la mejor manera posible. Había ido recortando
ramitas secas, las más derechas que había hallado. Ahora,
ya estaba casi lista la tapa, en forma de pirámide. ¿Y si el
toro venía? Seguramente era ese que había traído de la feria
Don Patrocinio. Lo había visto una tarde embestir a un potro.
Por poquito le saca las tripas. Miró el árbol. Se bamboleaba. De
allíarriba, ni Cristo...
Hacía calor. Se secó con la manga la frente. Debía ser mediodía.
Era la hora propicia al aguaite. A poquito caerían a beber
agua las palomas. Puso el oído... ¡Nada! Sólo el viento movía
fuerte las ramas; pero también se oía la música del agua,
que corre y corre siempre quién sabe adónde. “Lo mismo que
la gente”. El señor cura tenía razón. Era una lata, sin embargo,
ir...
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