A ustedes no les pasa

¿A ustedes no les pasa?
Sentada en el asiento de copiloto, con un muchacho a cada lado y dos atrás. Vamos camino a mi casa a comenzar una mudanza. De repente me encuentro metida en una conversación sobre motores, sobre lo alto que es el cajón y las rutas más seguras para llegar al lugar al que vamos sin llevarnos un cable de la luz. De nuevo, estoy hablando como un muchacho.
Llegamos a la casa,abro la puerta y los guío por el pasillo hasta el lugar en el que están los muebles. Les doy instrucciones cortas y ofrezco participar de la línea para que saquemos todo más rápido. “¿Cómo se le ocurre, señora?”, me dice el jefe de la cuadrilla. Yo le digo que no es molestia y cargo sillas, empujo mesas, me mimetizo con el grupo. De momento somos cinco, no cuatro y una. Y es entonces que caigo encuenta: estoy sola con cuatro desconocidos en mi casa, tengo miedo y me estoy portando como un hombrecito para disminuir cualquier riesgo, el que sea.
Siempre, durante toda mi vida, he desarrollado relaciones de “igual a igual” con los hombres heterosexuales que se han cruzado en mi camino. Siempre he sido igual de fuerte, igual de malhablada, igual de resistente, igual, igual, igual. He cercenadodesde la raíz los aspectos femeninos de mi personalidad: soy comedida, jamás lloro en una discusión en la que me agreden, nunca soy la primera en alzar la voz. Corro más rápido. Levanto sacos pesados. Me meto en la línea. Reconozco los sonidos y olores de mi carro con precisión. Sé cuando el mecánico me está tratando de engatusar y siempre, en todos los casos, oriento la conversación hacia ellugar seguro, hacia el terreno donde somos iguales.
En mi imaginario, y el de muchas, hay una vulnerabilidad inherente a la “condición de mujer”. Esa percepción sobre nosotras mismas pasa por el cuerpo, que es el lugar en el que los ámbitos público y privado se juntan. Es una percepción determinada por las relaciones sociales y de poder. Relaciones que dictan, desde entendidos tácitos, cuál es elalcance del cuerpo, cuáles son sus consecuencias, cuál es su lugar. En particular, experimento un desagrado especial cuando alguien trata de “ponerme en mi lugar” con aseveraciones fisiológicas de tipo “¿está con la regla?” o “tenía que ser una vieja”. Casi siempre me pasa cuando voy manejando super bien (respetando el límite de velocidad, manteniendo mi carril, frenando en los altos, parando en lossemáforos, dando prioridad de paso a los peatones, haciendo valer la regla del 1 a 1). Manejo así hasta cuando tengo prisa, y siempre le estorbo a un mae que pita, tira el carro y cuando logra rayar, me grita por la ventana “tenía que ser una vieja inútil”.
Aquí, en este preciso momento, mis amigos saltan en sus asientos: “yo no soy así. O sea, hay maes que son así y son unos idiotas. Pero no todoel mundo es tan idiota… bueno, ustedes además son un poco exageradas… O sea, la gente en la calle es medio violenta, es normal… o sea, no es por ser mujer mae, ¡jamás!”. Ok…
¿Por qué les cuento todas estas historias aburridas y cotidianas? Porque el día de la mudanza caí en cuenta de que ser mujer me da un miedo terrible. Nunca lo había tenido tan claro como en ese momento en el que pasé elquicio de la puerta de mi casa con cuatro hombres grandes, corpulentos y desconocidos de quienes no habría podido defenderme si hubieran tratado de agredirme. Me mimetizo de manera automática con mi entorno masculino para tratar de protegerme. Le temo a los hombres heterosexuales desconocidos que se mueven en mi entorno: me dan miedo. Me comporto como uno de ellos en un intento bastante ridículo porpasar desapercibida.
Me da miedo ser mujer delante de ellos. Camino con paso firme. Con la espalda levemente arqueada, los hombros hacia adelante y los puños cerrados. Cuando camino de noche y me topo con un desconocido, levanto el mentón, aprieto la mandíbula y lo miro directamente a los ojos. Quiero que entienda que somos iguales. Necesito que entienda que somos iguales.
Les cuento todo esto...