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Páginas: 12 (2970 palabras) Publicado: 26 de noviembre de 2013
Despertó… y deseó Marte. Los valles, pensó. ¿Cómo sería pasear por ellos? El sueño creció más y más a medida que recuperaba la conciencia: el sueño y el anhelo. Prácticamente podía sentir la envolvente presencia del otro mundo, que sólo habían visto los agentes del gobierno y los altos funcionarios. ¿Un empleado como él? Poco probable.

- Bueno, ¿te vas a levantar o no? –preguntó somnolienta suesposa, Kirsten, con su tono habitual de fiero mal humor-. Si ya estás levantado, oprime el botón del café caliente del maldito horno.
- Está bien –respondió Douglas Quail, y caminó descalzo de la recámara a la cocina de su apartamento. Allí, después de presionar obedientemente el botón del café caliente, se sentó a la mesa de la cocina y extrajo una pequeña lata amarilla del fino rapé DeanSwift. Inhaló vivamente, y la mezcla Beau Nash le picó la nariz y quemó la bóveda de su paladar; pero aún así aspiró. El rapé lo despertó y permitió que sus sueños, sus anhelos nocturnos y sus azarosos deseos se condensaran en un remedo de racionalidad.

“Iré”, se dijo. “Veré Marte antes de morir”.

Por supuesto, aquello era imposible. Y él lo sabía incluso mientras soñaba. Sin embargo, la luz deldía, el mundano ruido de su esposa cepillándose el cabello frente al espejo del baño… todo conspiraba para recordarle lo que en realidad era. “Un miserable y pequeño asalariado”, se dijo con amargura. Kirsten se lo recordaba al menos una vez al día, y no la culpaba: el trabajo de una esposa era ponerle los pies en la tierra a su marido. “Los pies en la tierra”, pensó, y se rió. La figura retóricaera literalmente ideal.

- ¿A qué viene esa risita? –preguntó su esposa mientras se dirigía a la cocina, con su larga bata rosa sacudiéndose tras ella-. Apuesto a que fue un sueño. Siempre estás soñando.
- Sí –dijo él, y miró por la ventana de la cocina los autos flotantes y los andadores móviles, y todos los hombrecitos apresurándose al trabajo. Dentro de poco estaría entre ellos. Comosiempre.
- Seguro que tiene que ver con alguna mujer –dijo Kirsten secamente.
- No –respondió-, con un dios. El dios de la guerra. Tiene cráteres maravillosos, en cuyas profundidades crecen muchísimos tipos de vida vegetal distintos.
- Escucha –Kirsten se inclinó a su lado y habló seriamente; el tono áspero se ausentó de su voz por un momento-. El fondo del océano… de nuestro océano es mucho más, unainfinidad de veces más hermoso. Tú lo sabes; todo el mundo lo sabe. Alquila un par de branquias artificiales para nosotros, tómate una semana libre del trabajo, podemos descender y descansar en uno de esos complejos hoteleros acuáticos que abren todo el año. Además… -se interrumpió-. No me estás escuchando. Deberías hacerlo. Aquí hay algo mucho mejor que esa compulsión, esa obsesión que tienescon Marte. ¡Y ni siquiera me escuchas! –su voz se volvió aguda-. ¡Por Dios, estás condenado, Doug! ¿En qué te has convertido?
- Me voy al trabajo –dijo, y al levantarse, olvidó su desayuno-. En eso me he convertido.

Ella lo miró.

- Cada vez está peor. Más fanático día a día. ¿A dónde te va a llevar eso?
- A Marte –dijo; abrió la puerta del armario y sacó una camisa limpia para el trabajo.Después de bajar del taxi, Douglas Quail caminó lentamente por tres andadores peatonales densamente transitados hacia la moderna, atractiva y sugerente entrada. Y allí se detuvo, obstruyendo el tráfico del mediodía, y con cautela leyó el letrero de neón de colores que cambiaban sucesivamente. Esto era muy distinto; lo que estaba haciendo ahora era extraordinario. Algo que tarde o tempranodebía ocurrir.

RECUERDA, S. A.

¿Era ésta la respuesta? Después de todo, una ilusión, no importa cuán convincente fuera, seguía siendo una ilusión. Por lo menos vista objetivamente. Pero subjetivamente… era todo lo opuesto.

Y de cualquier manera, tenía una cita. Dentro de cinco minutos.

Respiró a pleno pulmón el aire suavemente infestado de esmog de Chicago. Caminó por el deslumbrante...
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