R.A.Salvatore.Lossenderosdelamuerte
Páginas: 525 (131230 palabras)
Publicado: 30 de abril de 2012
R. A. Salvatore
Los senderos de la muerte
Las espadas del cazador
ePUB v1.0
Garland31.03.12
Título original: The Lone Drow Traducción: Antonio Padilla 2007 Ilustración de cubierta: Todd Lockwood R. A. Salvatore, 2003
Preludio
—¡Las tres neblinas, Obould Muchaflecha! —gritó Tsinka Shrinrill,cuyos ojos parecían estar a punto de saltar de las órbitas. Mientras se dirigía al rey de los orcos y sus acompañantes, la hechicera estaba en trance, a medio camino entre el mundo de los vivos y la tierra de los muertos, o eso aseguraba ella. —Las tres neblinas definen los límites de tu territorio situado más allá de la Columna del Mundo: la larga línea del río Surbrin, cuyos vapores alimentan elaire de la mañana; el fétido humo de los Páramos Eternos, que pronto estarán en tus manos; la esencia espiritual de tus ancestros muertos, que hoy vagan por el embrujado Paso Rocoso. ¡Ésta es tu ocasión, rey Obould, y ésos serán tus dominios! La hechicera orca concluyó su profecía alzando los brazos y soltando un aullido que al punto fue coreado por las distintas bocas con que se expresaba lavoluntad de Gruumsh el Tuerto, la deidad de los orcos. Entre aullidos similares, con los brazos en alto, los restantes chamanes giraban sobre sí mismos mientras describían un círculo más amplio en torno al rey orco y la maltrecha efigie en madera de su dios bienamado. La maltrecha y hueca estatua de madera en cuyo interior se había escondido el enemigo. El insulto a la imagen de Gruumsh. La profanaciónde su dios. Urlgen Trespuños, el hijo de Obould y heredero del trono, estaba mirando a la bruja con una mezcla de asombro, emoción y gratitud. Tsinka, una de las hechiceras subalternas si bien más coloristas de la tribu Muchaflecha, nunca le había caído demasiado bien. Con todo, en aquel preciso momento, la bruja venía a decir aquello que más convenía a Obould. Urlgen miró a su alrededor ycontempló aquel mar de orcos tan frustrados como furiosos. Su mirada escrutó las bocas abiertas; los dientes amarillentos y verdosos, afilados y rotos; los ojos amarillos e inyectados en sangre, tan nerviosos como plagados de temor. Urlgen se fijó en las continuas discusiones y en los empujones que había entre sus filas; los insultos rebosaban de rabia y amargura, al igual que todos los orcos de la Columnadel Mundo, unos seres condenados a vivir en lóbregas cavernas mientras las demás razas disfrutaban de las comodidades aportadas por sus respectivas ciudades y sociedades. Los orcos estaban tan ansiosos y rabiosos como el propio Urlgen; así lo venían a indicar sus lenguas puntiagudas y babeantes sobre los labios cuarteados. ¿Lograría Obould reconducir la triste suerte de los orcos del norte?Urlgen había dirigido el asalto contra la ciudad de los humanos conocida como Shallows, ataque que se había saldado con una gran victoria. Habían derruido el torreón del poderoso brujo de la ciudad, tan detestado por los orcos. El brujo había muerto, junto con la mayoría de los suyos y un buen número de enanos. Entre éstos se incluía, o eso pensaban los orcos, el mismísimo rey Bruenor Battlehammer, elsoberano de Mithril Hall. Sin embargo, muchos otros habían escapado con vida valiéndose de una añagaza perpetrada con ayuda de aquella estatua blasfema. Al encontrarse frente a aquel gran fetiche de madera, casi todos los guerreros de Urlgen se habían postrado en señal de reverencia ante la despiadada divinidad a la que adoraban. Pero la aparición de la estatua había sido una trampa. El ídolo...
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