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Páginas: 11 (2518 palabras)
Publicado: 7 de junio de 2017
Mark Twain
Para cumplir el encargo de un amigo que me escribía desde el Este, fui a hacer una
visita a ese simpático joven y viejo charlatán que es Simón Wheeler.
Fui a pedirle noticias de un amigo de mi amigo, Leónidas W. Smiley, y este es el
resultado.
Tengo una vaga sospecha de que Leónidas W. Smiley no es más que un mito, que mi
amigonunca lo conoció, y que mencionárselo a Simón Wheeler era motivo suficiente
para que él recuerde al maldito Jim Smiley, y me aburra a muerte con alguna anécdota
insoportable de ese personaje de historia tan larga, cansadora y falta de interés. Si era
esa la intención de mi amigo, lo logró.
Encontré a Simón Wheeler soñoliento y cómodamente instalado cerca de la chimenea,
en el banco de una viejataberna en ruinas, situada en medio del antiguo campo minero
de El Angel. Observé que era gordo y calvo y que tenía en su rostro una expresión de
dulce simpatía y de ingenua sencillez.
Se despertó y me saludó. Le dije que uno de mis amigos me había encargado hacer
algunas averiguaciones sobre un querido compañero de infancia, llamado Leónidas W.
Smiley, el reverendo Leónidas W. Smiley, joven ministroevangelista, que había
residido algún tiempo en el campo de El Angel.
Agregué que si él podía darme informes sobre el tal Leónidas W. Smiley, yo le quedaría
muy agradecido.
Simón Wheeler me llevó a un rincón, me bloqueó el paso con su silla, se sentó, y luego
me envolvió con la siguiente historia monótona.
Durante el relato no sonrió una sola vez, ni arqueó una sola vez las cejas, ni cambió deentonación y hasta el final mantuvo el mismo sonsonete uniforme con el que había
comenzado su primera frase. Ni una vez mostró el más ligero entusiasmo.
Pero su interminable recitado estaba recorrido por un caudal de impresionante y seria
sinceridad. No me quedó la menor duda de que él no veía nada de ridículo o de
divertido en esta historia. La consideraba, en realidad, como un acontecimientoimportante, y juzgaba con admiración a sus dos protagonistas, como hombres
inteligentes que demostraban su ingenio.
Le dejé, pues, hablar, sin interrumpirlo ni una sola vez.
El reverendo Leónidas W. Smiley. ¡Hum! El reverendo. Me acuerdo perfectamente.
Había antes en este lugar un pícaro llamado Jim Smiley.
Era el invierno de 1849 o quizás en la primavera de 1850. No recuerdo con exactitud,
pero lo queme hace pensar que era aproximadamente esa época, es que la gran barrera
del río no estaba terminada cuando él llegó al campo.
Siempre diré que jamás se ha visto hombre más particular. Hacía apuestas sobre
cualquier cosa, por cualquier cosa, siempre que encontrase con quién. Todo lo que
pudiera servir de motivo de apuesta para el otro, también le servía a él. Sólo necesitaba
encontrar su hombre.En ese caso, estaba satisfecho.
Si no le aceptaban su apuesta, él la intercambiaba con el adversario. Por otra parte, tenía
una suerte extraordinaria y generalmente ganaba. Siempre estaba listo y dispuesto a
apostar. No se podía mencionar la cosa más pequeña sin que aquel pícaro propusiera
una apuesta en favor o en contra. Le daba lo mismo, como ya le dije.
Los días de carreras de caballos se loencontraba a la salida, colorado de alegría o
despojado de hasta el último centavo. Si había una pelea de perros, él apostaba; si había
una pelea de gatos, apostaba; si había una riña de gallos, apostaba.
Si veía dos pájaros posados sobre una rama, apostaba a cuál volaría primero, y si había
una reunión en el campo, ahí precisamente se encontraba él, apostando a que el pastor
Walker era el mejorpredicador del país. Y lo era en efecto, además de ser una gran
persona.
Si Smiley hubiera visto una chinche con la pata alzada para ir no importa adónde,
hubiera sido capaz de apostar sobre el tiempo que le tomaría el viaje, y si uno se prendía
en la apuesta, habría seguido a la chinche hasta Méjico, sin inquietarse por la distancia o
por el tiempo que tardaría en llegar.
Aquí hay un montón de...
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