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Páginas: 367 (91631 palabras)
Publicado: 1 de junio de 2015
años que estaba arreglando el jardín
cortó con su pala un cable
subterráneo. En aquel momento
todo Armenia se quedó sin Internet.
Unos meses antes, en enero, las
autoridades egipcias sólo lograron
cerrar la conexión del 70% de la
población a Internet en un intento
desesperado por apaciguar la
inminente revolución. En 2009, una
ardilla dejó sin Internet alautor,
sumiéndole en la desesperación y
empujándole a buscar qué era
exactamente eso de Internet.
Porque Internet, no es un concepto,
ni una industria en crecimiento ni
mucho menos una cultura o una
nube. En realidad, no se trata más
que de un montón de tubos. Cientos
de miles de tubos que conectan
Londres con Nueva York, Google
con Facebook y que están llenos de
cables de fibra óptica impulsados
portrillones de fotones de luz que
nos
enlazan
a
través
de
intercambiadores
anónimos
en
localizaciones
secretas
que
almacenan grandes servidores.
Andrew Blum nos sumerge en los
entresijos de este mundo secreto y
desconocido diseñado y mantenido
por tipos excéntricos. A medio
camino entre la crónica periodística
y la divulgación tecnológica, un libro
esencial para conocer y entender la
realidadtangible del mundo digital.
Andrew Blum
Tubos
En busca de la geografía física
de Internet
ePub r1.2
koothrapali 10.07.14
Título original: Tubes. A journey to the
center of the Internet
Andrew Blum, 2012
Traducción: Enrique Mercado
Diseño de cubierta: Mauricio Restrepo
Editor digital: koothrapali
Corrección de erratas: ktzlib, Kars
ePub base r1.1
A Davina y Phoebe
No figura en ningún mapa.Los
verdaderos lugares no aparecen
nunca en los mapas.
HERMAN MELVILLE
No sé por qué, pero sabía que el
espacio eidético que se ocultaba
tras todas las pantallas de
computadora
era
un
solo
universo.
WILLIAM GIBSON
Prólogo
ace unos años, un día de intenso
frío, Internet dejó de funcionar.
No toda Internet, sino sólo el
tramo enredado que reside junto al sofá
de mi sala. Hay un módem de cablenegro con cinco lucecitas verdes, un
adaptador de teléfono azul, del tamaño
de un libro pequeño, y un enrutador
inalámbrico blanco, dotado de un solo
ojo encendido. En los días buenos, todos
parpadean alegremente uno al otro,
satisfechos con las señales que les
H
llegan del otro lado de la pared. Pero
aquel día les costaba parpadear. Las
páginas web bajaban a trompicones, y
mi teléfono, de lavariedad «voz sobre
IP»(1) —de los que envían las llamadas
por Internet—, hacía que todos los que
llamaban sonaran como buzos bajo el
agua. Si es cierto que dentro de esos
aparatos hay unos hombrecillos,
entonces parecía como si de pronto les
hubiera dado por echarse una siesta. El
propio botón de encendido parecía
haberse ido a dormir.
El técnico que vino a reparar la
avería llegó a la mañanasiguiente,
cargado de frases tranquilizadoras. Fijó
un silbato electrónico —parecía una
linterna de bolsillo— al extremo del
cable situado en el salón y empezó a
seguir su recorrido, en busca de pistas.
Fui tras él, acompañándolo primero
hasta la calle, después hasta el sótano y,
por una escotilla, hasta el patio trasero.
Allí había una caja oxidada, atrapada en
una telaraña de cables negros, fijada auna
pared
de
ladrillo.
Tras
desconectarlos uno a uno, fue
atornillando un altavoz diminuto en cada
uno de ellos, hasta que encontró el que
silbaba: prueba audible de un camino
continuo entre el aquí y el allá.
Acto seguido, con gesto contrariado,
alzó los ojos al cielo. Una ardilla
avanzaba a saltos sobre un cable, hacia
un entramado grisáceo montado sobre un
poste, como si se tratara de un nidode
pájaro. A su alrededor se aferraban,
anémicas, algunas hierbas urbanas. Los
animales solían mordisquear los
protectores plastificados de los cables,
me explicó el técnico. Salvo que optara
por cablear de nuevo todo el patio
trasero, no había otra cosa que él
pudiera hacer.
—Aunque tal vez mejore solo, sin
que hagamos nada —dijo.
Y, en efecto, así fue. Con todo, lo
que más me asombró fue el...
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