7 hijas de eva
seguro de que si una muestra procedía, del norte deGales, perteneciera a alguien cuyos antepasados vivieron en la misma
zona.
La subvención para nuestra investigación sólo duraríaun año más, y teníamos que presentar argumentos convincentes, paraconseguir fondos con los que continuar el proyecto. Fue Kate Smalley, el tercer miembro del equipo, la que encontró la solución. Kate se le ocurrió que si escribíamos a los colegios podríamos combinar unapresentación de la genética moderna con una recolección de muestras.
Yo había estado leyendo unos antiguos artículos, una anécdota en particular me llamó la atención. Era un informe sobre formascuriosas de la cabeza,
supuestamente encontradas en el centro de Gales. A principios de la primavera de 1992 emprendimos viaje en dos coches, después de haber trazado un mapa en forma de pinza se noshabía unido Catherine Irven,
que se había tomado una semana libre de otro proyecto.
Habíamos comunicado a los colegios que agradeceríamos que informaran de
nuestra llegada a los periódicos locales.Sentado junto a la directora del colegio, había un periodista
—¿Así que vienen a tomar muestras de sangre a los niños?
iniciando la entrevista de un modo bastante inocente.
—respondí—. Pero sólo paraobtener ADN, el material genético.
Le hice una breve descripción general de nuestro proyecto y de
lo que pretendíamos hacer. Me pareció que no 'me creía.
En realidad, están aquí debido a lacentral nuclear, ¿verdad?
Me quedé estupefacto.
La expresión de la directora del colegio cambió rápidamente, de levemente
interesada a terriblemente recelosa.
—Claro que no —balbuceé, y a continuaciónsolté un torrente de
negativas y confirmaciones.
Lancé a otros veinte minutos de explicaciones.
Por fin, los dos quedaron convencidos de nuestra inocencia y pudimos continuar.
Al final de mi...
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