Buenas
maestro de seducción q u e fue T r u m a n Capote. Atractiva sin ser
guapa, tras rechazar una carrera de actriz en Hollywood, Holly se
convierte e n una estrella del N u e v a York más sofisticado; bebiendo
cócteles y r o m p i e n d o corazones, parece ganarse la v i d a pidiendo
suelto para sus expediciones al tocadore n los restaurantes y clubes
d e moda, y vive rodeada de los tipos m á s disparatados, desde un mafioso q u e cumple condena en Sing Sing y al que visita semanalmente, hasta un millonario caprichoso de afinidades nazis, pasando
p o r un viejo b a r m a n secretamente e n a m o r a d o d e ella.
Mezcla de picardía e inocencia, d e astucia y autenticidad, Holly vive
en la provisionalidadpermanente, sin pasado, no queriendo pertenecer a nada ni a nadie, sintiéndose desterrada e n todas partes pese
al glamour q u e la rodea, y soñando siempre e n ese paraíso q u e para
ella es Tiffany's, la famosa joyería neoyorquina. Desayuno en Tiffany's
es u n a extraordinaria novela corta que, p o r sí sola, bastaría para cons a g r a r a u n autor.
rít.lo de la edición original:
Breakfast atTiffany's
Random House, Inc.
Nueva York, 1958
Diseño de la colección:
Julio Vivas
Portada de Ángel Jové
Primera edición: junio 1990
Segunda edición: junio 1994
© T r u m a n Capote, 1950, 1951 © 1956, 1957,
1958, 1960. Renovado en 1973 por T r u m a n
Capote. Traducción publicada por acuerdo
con Random House, Inc.
© EDITORIAL ANAGRAMA, S.A., 1990
Pedró de la Creu, 58
08034Barcelona
ISBN: 84-339-2017-8
Depósito Legal: B. 22801-1994
Printed in Spain
Libergraf, S.L, Constitució, 19, 08014 Barcelona
Desayuno en Tiffany's
Siempre me siento atraído por los lugares en donde he vivido, por las casas y los barrios. Por ejemplo, hay un edificio
de roja piedra arenisca en la zona de las Setenta Este donde,
durante los primeros años de la guerra, tuve mi primerapartamento neoyorquino. Era una sola habitación atestada de muebles de trastero, un sofá y unas obesas butacas tapizadas de ese
especial y rasposo terciopelo rojo que solemos asociar a los trenes en día caluroso. Tenía las paredes estucadas, de un color
tirando a esputo de tabaco mascado. Por todas partes, incluso
en el baño, había grabados de ruinas romanas que el tiempo
había salpicado de pardasmanchas. La única ventana daba a
la escalera de incendios. A pesar de estos inconvenientes, me
embargaba una tremenda alegría cada vez que notaba en el bolsillo la llave de este apartamento; por muy sombrío que fuese,
era, de todos modos, mi casa, mía y de nadie más, y la primera, y tenía allí mis libros, y botes llenos de lápices por afilar,
todo cuanto necesitaba, o eso me parecía, paraconvertirme en
el escritor que quería ser.
Jamás se me ocurrió, en aquellos tiempos, escribir sobre
Holly Golightly, y probablemente tampoco se me hubiese ocurrido ahora de no haber sido por la conversación que tuve con
Joe Bell, que reavivó de nuevo todos los recuerdos que guardaba de ella.
Holly Golightly era una de las inquilinas del viejo edificio
de piedra arenisca; ocupaba elapartamento que estaba debajo
del mío. Por lo que se refiere a Joe Bell, tenía un bar en la
esquina de Lexington Avenue; todavía lo tiene. Holly y yo bajábamos allí seis o siete veces al día, aunque no para tomar
una copa, o no siempre, sino para llamar por teléfono: durante la guerra era muy difícil conseguir que te lo instalaran. Además, Joe Bell tomaba los recados mejor que nadie, cosa que
en elcaso de Holly Golightly era un favor importante, porque
recibía muchísimos.
Todo esto pasó, naturalmente, hace un montón de tiempo, y, hasta la semana pasada, hacía años que no veía a Joe
Bell. Alguna que otra vez nos habíamos puesto en contacto, y
en ocasiones me había dejado caer por su bar cuando pasaba
por el barrio; pero nunca habíamos sido en realidad grandes
amigos, excepto en el...
Regístrate para leer el documento completo.