Cazadores De Bacterias
MICROBIOS
EL PRIMER CAZADOR DE MICROBIOS
ANTONY LEEUWENHOEK
Hace doscientos cincuenta años que un hombre humilde, llamado Leeuwenhoek,
se asomó por vez primera a un mundo nuevo y misterioso poblado por millares de
diferentes especies de seres diminutos, algunos muy feroces y mortíferos, otros útiles
y benéficos, e, incluso, muchos cuyo hallazgo ha sido más importantísimopara la
Humanidad que el descubrimiento de cualquier continente o archipiélago.
Ahora, la vida de Leeuwenhoek es casi tan desconocida como lo eran en su
tiempo los fantásticamente diminutos animales y plantas que él descubrió. Esta es la
vida del primer cazador de microbios. A los 21 años, Leeuwenhoek abandonó la tienda y regresó a Delft; se casó y abrió
su propia tienda de telas. En los veinteaños que sucedieron se sabe muy poco de él,
salvo que se casó en segundas nupcias y tuvo varios hijos, que murieron casi todos de
tierna edad. Seguramente fue en ese período cuando le nombraron conserje del
Ayuntamiento de Delft y le vino la extraña afición de tallar lentes. Había oído decir
que fabricando lentes de un trozo de cristal transparente, se podían ver con ellas las
cosas de muchomayor tamaño que lo que aparecen a simple vista. Poco sabemos de
la vida de Leeuwenhoek entre sus 20 y 40 años, pero es indudable que por esos
entonces se le consideraba un hombre ignorante; no sabía hablar más que holandés,
lengua despreciada por el mundo culto que la consideraba propia de tenderos,
pescadores y braceros. En aquel tiempo, las personas cultas se expresaban en latín,
peroLeeuwenhoek no sabía ni leerlo. La Biblia, en holandés, era su único libro. Con
todo, su ignorancia lo favoreció, porque aislado de toda la palabrería docta de su
tiempo no tuvo más guía que sus propios ojos, sus personales reflexiones y su
exclusivo criterio. Visitando las tiendas de óptica aprendió los rudimentos necesarios para tallar
lentes; frecuentó el trato con alquimistas y boticarios, delos que observó sus
métodos secretos para obtener metales de los minerales, y empezó a iniciarse en el
arte de los orfebres. Era un hombre de lo más quisquilloso; no le bastaba con que sus
lentes igualaran a las mejor trabajadas en Holanda, sino que tenía que superarlas; y
aun luego de conseguirlo se pasaba horas y horas dándoles una y mil vueltas.
Después montó sus lentes en marcos oblongosde oro, plata o cobre que el mismo
había extraído de los minerales, entre fogatas, humos y extraños olores. Hoy en día,
por una módica suma, los investigadores pueden adquirir un reluciente microscopio;
hacen girar el tornillo micrométrico y se aprestan a observar, sin que muchos de ellos
sepan siquiera ni se preocupen por saber cómo está construido el aparato. Este conserje de Delft habíaadmirado un mundo fantástico de seres invisibles a
simple vista, criaturas que habían vivido, crecido, batallado y muerto, ocultas por
completo a la mirada del hombre desde el principio de los tiempos; seres de una
especie que destruye y aniquila razas enteras de hombres diez millones de veces más
grandes que ellos mismos; seres más fieros que los dragones que vomitan fuego, o
que los monstruoscon cabeza de hidra; asesinos silenciosos que matan a los niños en
sus cunas tibias y a los reyes en sus resguardados palacios. Este es el mundo
invisible, insignificante pero implacable —y a veces benéfico— al que Leeuwenhoek,
entre todos los hombres de todos los países, fue el primero en asomarse. El resultado de sus
cálculos fue: «Este animalillo es mil veces más pequeño que el ojo de unpiojo
grande». Era un hombre de precisión. Porque nosotros sabemos ahora que el ojo de
un piojo adulto no es mayor ni menor que los ojos de diez mil congéneres suyos.
Podía pues, servirle de tipo de comparación.
Pero, ¿de dónde procedían esos extraños y minúsculos habitantes de la gota de
agua? ¿Llovieron del cielo? ¿Treparon, sin ser vistos, desde el suelo al tiesto? ¿Los
habría creado...
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