Derecho
Profesionales atrapados en vicios hacen fila por comida
ALBERTO BARRANTES C. - Actualizado el 21 de julio de 2013 a: 12:00 a.m.
Un arquitecto, un sociólogo, un empresario y un profesor de Estudios Sociales están entre muchos que sobreviven en la zona roja de San José
Hay escenas que tiñen de gris los recuerdos y que nada ni nadielas logra borrar de la memoria.
El día que Roberto Herrera cambió su colchón por la acera, se abrió una llaga en su vida. Fue el momento en que perdió todo: su familia, una carrera universitaria, tres idiomas, sus metas, sus ilusiones.
Tenía 25 años y un título de arquitecto cuando la curiosidad le tendió una trampa y lo puso a rodar por las calles. Adiós al salario mensual de ¢1,5 millonesy a la empresa que lo contrató; el orgullo de la casa pasó a ser la amenaza del barrio.
Ahora, él es uno de los muchos que hacen fila por un plato de comida en San José. A esa misma esquina de la llamada zona roja también llegan una abogada, un sociólogo, un tipógrafo, un profesor de Estudios Sociales y un empresario que perdió un lubricentro y un local de lavado para carros.
“EstudiéArquitectura y ya trabajaba. Tenía mis proyectos y el apoyo de la familia, pero la curiosidad me llevó a la desgracia. No sé a quién le puede gustar esta vida. Las cadenas son más fuertes y no es fácil quitárselas de encima”, cuenta Herrera, quien tiene 10 años de vagar por San José.
Sobre la cortina de hierro donde pasará la noche se percibe el reflejo azul de una patrulla en los alrededores delantiguo cine Líbano, en la zona roja de San José. Cuenta que le llaman Gringo porque habla tres idiomas, aprendidos en el colegio.
En los lotes baldíos y sobre las aceras josefinas, la indigencia se vuelve parte de la capital, un problema que carcome a aquellos que fueron a la secundaria, pasaron por aulas universitarias y llevaron su vida al abandono por el vicio.
“No sé por qué probé esaporquería. Uno busca lo que no se le ha perdido. Empecé con porros de marihuana, pero esto es una vara progresiva y uno termina con la piedra, que ya es lo máximo”, narró Heber Meza, de 26 años.
En su cuello cuelga una corbata azul rey mal amarrada. A toda velocidad se come el arroz y los frijoles que le acaban de regalar voluntarios de la organización Obras del Espíritu Santo.
Mientras cena,este sociólogo repasa las últimas horas de su día.
“En el día uno pasa a como puede. Uno va sin dirección ni rumbo, a veces con una picazón en las manos que dan deseos de matar. Lo peor es cuando cae la noche. Eso sí es duro porque en la calle usted duerme, pero no descansa. La mente pasa escuchando cosas. La misma droga te hace sentir gente que no está alrededor de uno”, expresó.
Retrato decalle. El hambre aprieta. Para estos profesionales en desgracia, los mejores días son los martes y los viernes porque llega el grupo de los “chalecos rojos” a repartir comida.
“Uno los espera con ansias; hay días en los que no hay qué comer. Yo no pude soportar que mi esposa me diera vuelta. El ego pudo más y ahora no puedo dejar el alcohol. No puedo amanecer sin un trago; me agarra un temblor entodo el cuerpo”, dijo el otrora empresario Juan de Dios Maradiaga, quien aquella noche cumplía 45 años.
Tras 10 años de vivir alcoholizado, hoy el lubricentro y el local de lavado de carros de plaza González Víquez solo existen en su memoria. Allí también guarda los desprecios de cada día.
“En la indigencia uno no vive, sobrevive. A mí lo que más me duele es que cada día veo que hay másmuchachos, muy jóvenes, que están cayendo en esta desgracia”, añadió Maradiaga.
Parte del infortunio de estos vecinos de nadie es cuando la oscuridad obliga a buscar el lecho.
El arquitecto Roberto Herrera, de 35, muestra con orgullo una foto de cuando estaba ‘recuperado’´. Aparece con su pareja, Sharon Ovares (también en indigencia), y el hijo de ella. | PABLO MONTIEL.
El espacio en un...
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