El acelerador de h weels
H.G. Wells
En verdad que si alguna vez un hombre encontró una guinea buscan-do un alfiler,
ese fue mi buen amigo el profesor Gibberne. Yo había oído hablar ya de
investigadores que sobrepasaban su objeto; pero nunca hasta el extremo que él lo
ha conseguido. Esta vez, al menos, y sin exageración, Gibberne ha hecho un
descubrimiento que revolu-cionará la vida humana.
Y esto lesucedió sencillamente buscando un estimulante nervioso de efecto
general para hacer recobrar a las personas debilitadas las energías necesarias en
nuestros agitados días.
Yo he probado ya varias veces la droga, y lo único que puedo hacer es describir el
efecto que me ha producido. Pronto resultará evidente que a todos aquellos que
andan al acecho de nuevas sensaciones les están reservadosexperimentos
sorprendentes.
El profesor Gibberne, como es sabido, es convecino mío en Folkes-tone. Si la
memoria no me engaña, han aparecido retratos suyos, de diferentes edades, en el
Strand .Magazine, creo que a fines del año 1899; pero no puedo comprobarlo,
porque he prestado el libro a al-guien que no me lo ha devuelto. Quizá recuerde el
lector la alta frente y las negras cejas, singularmente tupidasque dan a su rostro
un aire tan mefistofélico.Ocupa una de esas pequeñas y agradables casas
aisladas, de estilo mixto, que dan un aspecto tan interesante al extre-mo
occidental del camino alto de Sandgate. Su casa es la que tiene el tejado
Flamenco y el pórtico árabe, y en la pequeña habitación del mirador es donde
trabaja cuando se encuentra aquí, y donde nos he-mos reunido tantas tardes a
fumary conversar. Su conversación es animadísima; pero también le gusta
hablarme acerca de sus traba-jos. Es uno de esos hombres que encuentran una
ayuda y un estrmulan-te en la conversación, por lo que a mí me ha sido posible
seguir la concepción del Nuevo Acelerador desde su origen. Desde luego, la
mayor parte de sus trabajos experimentales no se verifican en Folkestone, sino en
Gower Street, en elmagnífico y flamante labo-ratorio continuo al hospital,
laboratorio que él ha sido el primero en usar.
Como todo el mundo sabe o por lo menos todas las personas inteli-gentes, la
especialidad en que Gibberne ha ganado una reputación tan grande como merece
entre los fisiólogos ha sido en la acción de las medicinas sobre el sistema
nervioso. Según me han dicho, no tie-ne rival en sus conocimientossobre
medicamentos soporíferos, sedan-tes y anestésicos. También es un químico
bastante eminente, y creo que en la sutil y completa selva de los enigmas que se
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concentran en las células de los ganglios y en las fibras nerviosas ha abierto pequeños claros, ha logrado ciertas elucidaciones que, hasta que él juz-gue oportuno
publicar sus resultados, seguirán siendo inaccesibles para los demásmortales. Y
en estos últimos años se ha consagrado con especial asiduidad a la cuestión de
los estimulantes nerviosos, en los que ya había obtenido grandes éxitos antes del
descubrimiento del Nuevo Acelerador. La ciencia médica tiene que agradecerle,
por lo menos, tres reconstituyentes distintos y absolutamente efica-ces, de
incomparable utilidad práctica. En los casos de agotamiento, la preparaciónconocida con el nombre de Jarabe B de Gibberne ha salvado ya más vidas, creo
yo, que cualquier bote de salvamento de la costa.
- Pero ninguna de estas pequeñas cosas me deja todavía satisfecho - me dijo
hace cerca de un año -. O bien aumentan la energía central sin afectar a los
nervios, o simplemente aumentan la energía disponible, aminorando la
conductividad nerviosa, y todas ellas cau-san unefecto local y desigual. Una
vivifica el corazón y las vísceras, y entorpece el cerebro; otra, obra sobre el
cerebro a la manera del champaña, y no hace nada bueno para el plexo solar, y lo
que yo quiero, y pretendo obtener, si es humanamente posible, es un esti-mulante
que afecte todos los órganos, que vivifique durante cierto tiempo desde la coronilla
hasta la punta de los pies, y que haga a uno...
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