el hombre que calculaba
Cierta vez volvía, al paso lento de mi camello, por el camino de Bagdad, de una excursión a la famosa ciudad de Samarra, en las márgenes del Tigris, cuando vi, sentado en una piedra, a unviajero modestamente vestido, que parecía reposar de las fatigas de algún viaje.
- Disponíame a dirigir al desconocido el “zalam”[1] trivial de los caminantes, cuando con gran sorpresa le vilevantarse y pronunciar lentamente:
- Un millón cuatrocientos veintitrés mil, setecientos cuarenta y cinco.
Sentóse enseguida y quedó en silencio, la cabeza apoyada en las manos, como si estuviera absortoen profunda meditación.
En el primer capítulo, el joven bagdalí Hank Tad-Madya estaba en el camino de Bagdad y se dirigía a la ciudad de Samarra, donde se encontró con un desconocido y antes de queeste recibiera el “zalam” se puso en pie y empezó a decir grandes cifras en voz alta. Este hombre se llamaba Beremiz Samir, más conocido como el hombre que calculaba
DESARROLLO:
Vuestra admirablehabilidad – expliqué- podría ser empleada en veinte mil casos diferentes. En una gran capital como Constantinopla, o aún en Bagdad, seríais útiles auxiliar para el Gobierno. Podríais calcularpoblaciones, ejércitos y rebaños. Fácil os sería evaluar las riquezas del país, el valor de las colectas, los impuestos, las mercaderías y todos los recursos del Estado. Yo os aseguro –por las relaciones quemantengo, pues soy bagdalí [2] , que no os sería difícil obtener una posición destacada junto al glorioso califa Al-Motacen (nuestro amo y señor). Podríais, tal vez, ejercer el cargo de visir –tesorero o desempeñar las funciones de Finanzas musulmanas.
El joven Hank Tad-Madya le explico a beremiz, “El Hombre que calculaba” como podría sacarle provecho a su talento y ganar algo de dinero, Asíque ambos emprendieron un viaje juntos camino a la ciudad de Bagdad, se hicieron compañeros y amigos inseparables
FINAL:
Rey generoso –respondió Beremís, profundamente emocionado-. No ambiciono...
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