El Perfume
una época en que no escasearon los hombres abominables y geniales. . Se llamaba Jean-Baptiste Grenouilley si su nombre, a diferencia del de otrosha caído en el
olvido, no se debe en modo alguno a que Grenouille fuera a la zaga de estos hombres célebres
y tenebrosos en altanería, despreciopor sus semejantes, inmoralidad, en una palabra,
impiedad, sino a que su genio y su única ambición se limitaban a un terreno que no deja huellas
en la historia: al efímero mundo de los olores.En la época que reinaba en las ciudades un hedor apenas concebible para el
hombre moderno. Las calles apestaban a estiércol, los patios interiores apestaban a orina, los
huecos de las escalerasapestaban a madera podrida y excrementos de rata, las cocinas, a col
podrida y grasa de carnero; los aposentos sin ventilación apestaban a polvo enmohecido; los
dormitorios, a sábanas grasientas, aedredones húmedos y al penetrante olor dulzón de los
orinales. Y, como es natural, el hedor alcanzaba sus máximas proporciones en París, porque
París era la mayor ciudad de Francia. Ydentro de París había un lugar donde el hedor se
convertía en infernal, entre la Rue aux Fers y la Rue de la Ferronnerie, o sea, el Cimetiére des
Innocents. Durante ochocientos años se habíallevado allí a los muertos del hospital H4tel-Dieu
y de las parroquias vecinas, durante ochocientos años, carretas con docenas de cadáveres
habían vaciado su carga día tras día en largasfosas y durante ochocientos años se habían ido
acumulando los huesos en osarios y sepulturas. Hasta que llegó un día, en vísperas de la
Revolución Francesa, cuando algunas fosasrebosantes de cadáveres se hundieron y el olor
pútrido del atestado cementerio incitó a los habitantes no sólo a protestar, sino a organizar
verdaderos tumultos, en que fue por fin...
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