el principe y el mendigo
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Trasladémonos ahora unos cuantos años más adelante.
Londres tenía ya mil quinientos años de edad y era una gran ciudad de cien mil habitantes. Las calles eran muy estrechas, torcidas y sucias, especialmente en el sector donde vivía Tom Canty, no lejos del gran Puente deLondres. Las casas estaba hechas de madera y mientras más pisos tenían, más se ensanchaban hacia arriba. Sus armazones eran de gruesas vigas pintadas de rojo, azul y negro, dando a las construcciones un aspecto muy pintoresco.
La casa donde vivía el padre del pequeño Tom quedaba en una inmunda calle llamada, por lo mismo, Patio de las Basuras, que nacía en la conocida como Calleja del Budín. Erauna casa pequeña y ruinosa, donde vivían apiñadas muchas familias pobrísimas. La familia de Canty ocupaba un cuarto del tercer piso. La madre y el padre tenían en un rincón un armazón que servía de cama, pero Tom, sus dos hermanas, Bet y Nan, y la abuela, disponían de todo el suelo para dormir donde se les antojase. Por la noche se acomodaban con restos de una o dos frazadas y algunos atados depaja, malolientes y sucios, que cada mañana apilaban a puntapiés en un rincón del cuarto.
Bet y Nan habían cumplido quince años. Eran gemelas de buen corazón, aunque harapientas y profundamente ignorantes. La madre era como ellas. El padre y la abuela se embriagaban y se peleaban entre ellos o con cualquiera que se les cruzara en el camino. John Canty era ladrón, y su madre, mendiga. De los niñoshicieron mendigos, pero no lograron convertirlos en ladrones. Entre la terrible gentuza que habitaba la casa, había un viejo y buen sacerdote que secretamente inculcaba a los chicos las buenas costumbres. El padre Andrés enseñó a Tom algo de latín, a leer y a escribir.
Toda la calle Patio de las Basuras era una colmena: la embriaguez, el desorden y las peloteras estaban a la orden del día. Pese atodo, Tom no era desgraciado. Aunque las pasaba negras, no tenía conciencia de ello, porque suponía que era lo natural. Cuando regresaba de noche a casa con las manos vacías, sabía que primero lo había de maldecir y golpear el padre y que cuando éste hubiera concluido, lo tomaría por su cuenta la temible abuela. Sabía también que, entrada la noche, su pobre madre se acercaría silenciosamente conalgún mísero mendrugo, privándose ella de satisfacer el hambre, aunque con frecuencia recibiera por esa causa buenas palizas del marido.
Con todo, la vida de Tom transcurría bastante bien, especialmente en el verano, porque buena parte de su tiempo la dedicaba a escuchar al padre Andrés, quien le contaba encantadores cuentos y leyendas sobre gigantes, hadas, castillos encantados, príncipes y reyes.La cabeza de Tom se llenó de aquellas maravillas y muchas noches, cansado, hambriento y dolorido después de una azotaina, soñaba con la vida encantada de un príncipe mimado en un regio palacio, olvidando así sus penas. Un deseo que mantuvo en secreto llegó a obsesionarlo día y noche: ver con sus propios ojos a un príncipe verdadero.
Los libros del anciano cura y esas ensoñaciones comenzaron a...
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