EL ULTIMO FOUCOULT Y SU MORAL
PAUL VEYNE
Paul Veyne, historiador de la Antigüedad y amigo personal de Foucault, constituyó una de las más constantes influencias en la obra del último Foucault. Así lo reconoce el propio Foucault en el prólogo de El uso de los placeres, segundo volumen de la Historia de la Sexualidad. Esa complicidad intelectual, iniciada en la temprana época de la Écolenormale, fue estrechándose a partir de su común estancia en el Collège de Francia. El artículo que presentamos constituye, de algún modo, un tributo a esa común andadura. Fue publicado en el monográfico que, tras su muerte, la revista Critique dedicó a Foucault (Michel Foucault: du monde entier, Agosto-Septiembre, 1986, nº 471-472, pp. 933-941).
Foucault ha acabado sintiendo por la antigüedadgreco-romana una atracción tan viva como su maestro Nietzsche. La admiración comporta un candor y una disimetría que, por lo general, repugnan a los intelectuales, gremio propenso al resentimiento; por eso me sorprendió un día ver a Foucault dejar su mesa de trabajo para decirme ingenuamente: "¿No te parece que ciertas obras maestras tienen una superioridad abrumadora sobre otras? Para mí, la apariciónde Edipo ciego, al término de la obra de Sófocles..." Jamás habíamos hablado de Edipo, rey, apenas hablábamos de literatura y esa falsa pregunta expresaba una brusca emoción que no demandaba respuesta. De igual forma, nuestras alabanzas entonadas a la gloria de René Char se limitaban discretamente a dos frases. Pero cuando necesitó zambullirse en la literatura antigua para escribir sus dosúltimos libros, Foucault experimentó un placer sensible, que él ha hecho perdurar y aún le estoy oyendo decir con el laconismo de rigor que las cartas de Séneca eran un texto soberbio. Y en efecto hay alguna afinidad entre la elegancia del individuo Foucault y la que distingue a la civilización greco-romana. Secretamente, la elegancia antigua ha sido, en suma, para Foucault la imagen de un arte de vivir,de una moral posible; durante sus últimos años en que trabajó sobre los estoicos, reflexionaba a menudo sobre el suicidio: "Pero nunca hablaré de ello: si termino por quitarme la vida, la gente lo verá bien"; como se verá, su muerte casi ha equivalido a ello. Sólo Foucault se hacía de la moral una concepción tan peculiar que el problema consistía en esto: en el interior de su filosofía, ¿eraposible una moral de Foucault?
Evidentemente no le atribuiremos el proyecto de renovar la moral estoica de los griegos. En la última entrevista que la vida le permitió dar, se expresó muy claramente: jamás se encontrará solución a un problema actual en un problema que, planteado en otra época, no es el mismo sino por una falaz semejanza. Nunca soñó con ver en la ética sexual de los griegos unaalternativa a la ética cristiana; todo lo contrario. No hay problemas análogos a través de los siglos; tampoco los de la naturaleza o los de razón lo son; el eterno retorno es también un eterno partir (le gustaba esta expresión de René Char) y sólo existen valoraciones sucesivas. En un new deal sempiterno, el tiempo redistribuye sin cesar las cartas. La afinidad entre Foucault y la moral antigua sereduce a la reaparición moderna de una sola carta en el interior de una baza completamente diferente; es la carta del trabajo de sí sobre sí, de una estetización del sujeto a través de dos morales y de dos sociedades muy diferentes entre ellas.
Moral sin pretensión de universalidad. Foucault era un guerrero, me decía Jean-Claude Passeron, un hombre de la segunda función; un guerrero es un hombre quepuede pasarse sin la verdad, que sólo conoce los partidos tomados, el suyo y el del adversario y que tiene la energía suficiente para luchar sin tener que darse razones para tranquilizarse; "toda respiración propone un reinado", escribe también Char. El curso de la historia no comporta problemas eternos, de esencias ni de dialéctica; en él no se encuentran más que valoraciones que difieren de...
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