Etica y sexualidad
Joseph B. Stanford
Publicado en First Things 97 (November 1999): 28-33.
Copyright (c) Firts Things 1999
Traducción castellana: Charlie Paternina y Jokin de Irala.
Cuando empecé mis estudios en la Facultad de Medicina de la Universidad de Minesota en 1984, no sabía que 15 años más tarde, como médico de familia, me dedicaría por completo a promover la comprensión de lasexualidad humana y de la procreación desde un punto de vista totalmente contrario a las opiniones más extendidas y a las prácticas generalizadas de nuestra cultura contemporánea.
He descubierto que la medicina está empapada de posturas hacia la sexualidad y la fertilidad que son incompatibles con los valores cristianos acerca del matrimonio, y la procreación. Estas posturas reflejan y perpetúan laaproximación a la sexualidad como recreo que se hallan en nuestra cultura laica.
Basadas en experiencias personales, experiencias con pacientes, mi propia investigación y las investigaciones y estudios de otros, me llevan al convencimiento de que existe una postura espiritualmente auténtica y científicamente correcta frente a la sexualidad y la procreación humana, de la que carece enormemente lamedicina actual, pero que es esencial recuperar para el auténtico respeto hacia la vida humana en nuestra cultura.
Tal vez, mi primer encuentro directo con la doctrina laica de la sexualidad en medicina fue un seminario universitario sobre «replantearse la actitud frente a la sexualidad humana». Parte de este curso incluía varias horas de películas pornográficas agresivas, usadas para “ampliar” lasperspectivas de los estudiantes sobre la sexualidad humana.
Mientras decidía si asistiría a este seminario, recé y me dejé aconsejar por los líderes de mi iglesia. Esta postura me ha ayudado a mantenerme en mi camino en temas fundamentales desde entonces. Junto con otros compañeros de clase, decidí no tomar parte en el seminario, y escribí una artículo sobre mi postura ante la sexualidad y dequé manera afectaría al cuidado que yo daría a los pacientes que tuviesen posturas distintas a la mía.
Esto me ayudó a clarificar mis ideas referentes a cómo podía yo ser consecuente con mis creencias sobre el valor sagrado de la sexualidad humana y el valor de la castidad, al tiempo que proporcionaba un cuidado compasivo a los pacientes que quizás no tuviesen estas ideas. Comencé a aprender cómotratar a todos los pacientes con total respeto humano, incluyendo a aquellos que tomaban decisiones que yo consideraba inmorales.
En las clases de farmacología en la Facultad de Medicina, se nos enseñaba que la contracepción hormonal (“la píldora” y otros métodos), que no siempre impide la ovulación, altera el endometrio de forma que se reduce la probabilidad de implantación en el vientre de vidashumanas acabadas de formar. Un pequeño grupo de los que estábamos en las clases, decidimos que no prescribiríamos contraceptivos hormonales. Los que hicimos este compromiso éramos una Católica, una Baptista y yo, perteneciente a los Santos de los Últimos Días (Mormones). No estoy seguro en lo que respecta a mis compañeros, pero yo he sido fiel a mi decisión a lo largo de mi preparación y mipráctica médica, y esto me ha abierto el camino para darles a mis pacientes muchas cosas que de otro modo no hubiese sido capaz de ofrecer.
El potencial de la contracepción hormonal para actuar tras la concepción, ofrece un interesante estudio que contrasta con la medicina moderna. A pesar de que está reconocido en la mayor parte de documentos ginecológicos y farmacológicos, la mayoría de ginecólogos loignoran, y tampoco hace eco de ello la información escrita que los pacientes reciben sobre la contracepción. La evidencia de que la contracepción hormonal actúa de esta forma no es definitiva, pero lo sugiere. Los pacientes deberían ser informados sobre todo este tema como un principio básico: las mujeres y sus maridos necesitan tener la mejor información médica disponible para poder tomar...
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